Se trataba de hacer cursos de construcción con mimbre vivo y la Escuela Nómada de Cestería se detenía acá y allá para, sobre la marcha, llevarlos a cabo. Las invitaciones llegaron de Robledillo de la Vera (Cáceres), Ozaeta (Alava), Fontanos de Torío (Léon) y finalmente, La Huerta de S. Lorenzo, en Segovia.
Bajo el sol o la lluvia, el viento o la nieve, el frío o la noche, con formas habituales o inventadas sobre la marcha, ensayábamos vallas, columnas, bancos, nudos, remates, etc., que al sol, la nieve o el viento quedarían expuestos. ¿Qué dirán los mimbre de eso? ¿Brotarán sus palabritas/hojas a las templanzas de abril y mayo? Alguien habrá que sepa escucharlo. O verlo.
Entre tanto, las gentes, pensando que más o menos nos entendemos, hablamos de lo interesante que es esto de construir cosas con varas, de las muchas posibilidades que ofrece, de lo fácil que resulta y, cosa sorprendente, de la curiosidad que a muchos se les despierta por la cestería de hacer cestos a partir de este otro tipo de uso menos convencional del mimbre.
Acabado el invierno, parte el furgoncillo de la Escuela rumbo a ni se sabe, la primavera grita que late y ahí, a la vera del camino, unos juncos se mecen al vaivén del olvido y el viento. También ellos forman una estructura viva, pero diferente, tan hermosa que te hace recordar las palabras del viejo y oscuro maestro : Tal como revoltijo de cosas echadas al azar es el más hermoso revoltijo, así el mundo. (Heraclito). Y te preguntas ¿qué no es azar?, mientras con algunos de aquellos junquillos tejes un cesto asombrándote de los azares que te llevaron a saber hacerlo y de los que, sin más rumbo que el de dejarse llevar, te conducen a enseñar a otros.
Analisi della società del benessere
Hace 1 año
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