domingo, 25 de septiembre de 2016

El Babu

Hay personajes cuyos rasgos se trazan entre los surcos que dejan un no tras otro. El Babu es uno de ellos.
Unas viejas moreneras* en la tabernilla de la islita donde has ido a pasar el día anuncian la primera línea. La camarera no sabe decirte quién las tejió, sólo que fue alguien del lugar. No encuentras nativos por el diminuto puerto que te puedan informar. En el restaurante playero donde comes, el camarero dibuja otros detalles:
- No, ya no queda nadie en la isla que siga con esas faenas antiguas. El Babu fue quien hizo esas nasas pero murió el año pasado.
- ¿El Babu?
- Así le llamaban. Un viejito que sabía de todo eso. En su casa quedaron muchas cosas de las que hacía.
- ¿Y se podrá visitar?
- No vive nadie en ella. Su mujer se fue de la isla.
- Vaya, que lástima.
- Era un personaje muy conocido aquí. Toda una historia. Cuando murió, el pueblo entero fue al entierro. Le pusieron una tumba muy bonita en el cementerio. Ahí se le ve haciendo esas cosas.
- Ah, pues iré al cementerio.
- No sé si estará abierto, pero ve.
Bajo un sol siestero de verano recorres a pie el árido camino que atraviesa el sur de la isla hasta llegar al camposanto. El candado está echado. La vieja verja veta el acceso a cualquier otra información. En el horizonte, sobre un mar de noes, tres estelas son suficientes para trazar los rasgos del personaje: unas antiguas nasas; el Babu, un nombre que no es nombre; y la memoria colectiva de su sabiduría popular.

*Nasas para pescar morenas.

martes, 20 de septiembre de 2016

Estela vegetal

Ése es el nombre con el que se ha bautizado la intervención urbana que la semana pasada realizamos  unos cuantos en la fachada del Museo Nacional de Escultura (Valladolid) con motivo del proyecto Callemuseo 3. Entre esos cuantos estuvimos, Muda Arquitectura, José Carlos Sanz Belloso, vecinos de Valladolid y otras tierras que quisieron participar en la ejecución y el menda. Como ya se ha escrito bastante y bien sobre esta acción, os dejo estos enlaces de Casilda García Archilla,  Nacho Gil (con las fantásticas fotos de su autoría que más abajo comparto) y José Carlos para el que quiera enterarse más.
Hace muchos años me vino, no sé cómo, una frase que, asociada a un sentimiento de libertad, no ha dejado de rondarme desde entonces: perderse en la manada. Algo de eso tan dulce diría que se ha dado estos días en Valladolid entre el gentío que nos reunimos con motivo de la Estela Vegetal. Seguro que los enredos del mimbre ayudaron a ello.