domingo, 30 de marzo de 2014

Ese

Llamadle S. Pensad en montañas. Sólo veréis sus manos.
Esa gran giba que aún se puede contemplar de cuando en cuando a espaldas de vaqueros y agricultores por los bosques y prados cántabros, está hecha de avellano, se llama cuévano, sirve para transportar desde la hierba hasta el bebé y aún hay quien tiene el ánimo de seguir tejiéndolas, pese a todo y a contratiempo.
S. es uno de ésos. Pero a contratiempo también significa 'a contra ley' (¿acaso hay otra que no obedezca a la del tiempo contado, con su progreso y demás zarandajas?) y S. tiene que hacer sus joyas escabulléndose del Gran Matarife y sus legalistas secuaces. Como tantos otros cesteros. En el recuerdo, aquél que arranca juncos trasnochando, el que trinca palmito a la sombra de la gran base naval, la que vende sus cestitos en el mercadillo camuflándose para que el 'revisor' no la pille, el que corre peligro de que le quiten la infame paguilla con que el Estado le conmina a convertirse en un muerto en vida, y tantos otros que, ¿a qué seguir? Sea pues, sólo veréis sus manos.
Dos años atrás, alguien me decía. Un año después, viajaba adonde me dijeron y el devenir me llevaba hasta S. Hace unos días, volvía allí para zumbar a su vera grabando y fotografiando el paso a paso de la construcción de un cuévano.
Da su madera el avellano aquí, como en cualquier otra parte, con corte superficial y flexionando sobre la rodilla. Se va mondando la vara hasta que queda su alma desnuda que, como todas las almas desnudas, de pura rigidez rompe. Atizará el fuego. Pero piel, carne y savia, suaves, ceden a la seducción de manos y juegan.
Extraña base de damero calado y cruz para empezar. Alzado con auxilio de marco metálico. Tejido con una trama que por no coincidir hace de dos montantes uno. Crece el cuévano hasta pedir el aro que le bordea y da fin.


Los brazales, por no deslucir, también de avellano, de varas enteras acordonadas como si de esparto o pita se tratase. Hay arte en trenzar esto bien.

Atadas al cuévano, no hay más que hacer.
Y ahora, qué. Un destello. El de ese otro tiempo incontable a que alude 'ahora', ése que, según dices 'ahora', ya no es ahora. Ése monstruoso. Libre. Brutal.

jueves, 13 de marzo de 2014

Ondas

Días atrás, viento estaba dale que te pego a olear ondas en arena y mar.

Uno, viéndolo, sentía que se lo pasaban chachi.  Y claro, envidiosón, pues se mete también a ello aun sospechando que va de torpe. Ves por dónde van. Imitas movimientos. Dibujas sus dibujos pero no puedes evitar dejar sobre el terreno otras huellas ajenas a ondas, ajenas al juego. 
- Jo, mira que no poder volar! 
Bueno, ya sabías que ibas de patoso.
Como viento, arena y mar no miden tiempo, ahí siguen jugando cuando los esclavos del reloj tenemos que marchar. En fin, les dejas tus ondas y que hagan lo que les parezca con ellas.
Días después vuelves y, mira tu por dónde, te encuentras con que las han admitido en el juego. Que están en la onda y casi que son otras más. Una alegría, vaya!

Jueves 20 de marzo. Pasados más o menos 9 días desde las últimas fotos de ahí arriba, allí y así seguían esas onditas cesteras, 
asomando apenas, haciendo bueno aquello de que menos es más.

lunes, 10 de marzo de 2014

Mimbrada

Tocó poda.
Llegas en plan dama de la guadaña y tiemblan los mimbres.
Ya viene este pesao con sus tijeritas, piensas que piensan.
 -Bueno, chicos, lo siento, esto de que le haya tocado a uno ejercer de hombrecito y además cestero tiene sus obligaciones. Enfin, un rollo.
-Ya chaval, ya, a nosotros nos han adjudicado lo de ir de mimbres. Y es que, como se suele decir (indicando hacia arriba), el que manda, manda.
- El a mandar e nos a obedecer, a ver quén pode mais, que decía un viejo gallego. Bueno bah, no os lo toméis a mal que alguien os dará otra vida en forma de cesto o así.
- Ya, vida ulterior, que dicen los curánganos, ¿no? A otros con ésas, hombre! Con lo agustito que estamos aquí zimbreándonos al solete y nos vienes con metafísicas. ¡Como si no fuera ya bastante castigo la física esta que nos mata!
Y entre conversa y corte y corte y conversa te comes el bocata. Los montones de varas doblegadas te recuerdan a los de tu especie, al fin y al cabo otra cosa entre las cosas, que decía el maestro.
- Nos vamos, chicos.
Ni mu. Silencio, sino de los muertos. Un silencio que dice tanto.