miércoles, 23 de febrero de 2011

Amor desmandado

Dos estrofas de diferentes poetas me revolotean estos días alrededor sin saber muy bien por qué. La primera es de Shakespeare: O, learn to read what silent love hath writ: / to hear with eyes belongs to love´s fine wit. Y, en traducción de Agustín García Calvo, dice: A leer aprende lo que ha escrito amor callado: / oir con los ojos es de amor don delicado. Hace unos días estaba de acá para allá visitando 'abuelos' y recogiendo cuanto me contaban y eseñaban. Algo más, además, ves que se te escapa mientras estás con ellos; después, cuando te detienes, sientes que de alguna manera lo lees en sus caras fotografiadas, sus voces registradas y sus cestos, sombreros o alpargatas regalados. Probablemente, ese 'algo más' también se les escapaba a ellos pero, aunque no quedaran registradas sus caras o sus voces, se podría seguir leyendo en las piezas que fabricaron.

La otra estrofa es de Pessoa: Manda quem manda porque manda, / Importa que mal mande ou mande bem. / Todos sâo grandes quando a hora é sua. / Por baixo cada um é o mesmo alguém. Y, en 'osada' traducción mía, dice así: Manda quien manda porque manda, / bien mande o mande mal produce desdén. / Todos son grandes cuando la hora es suya. / Por debajo el mismo alguien es cada quien. Y de acá para allá he llegado aquí -da igual dónde-, a encontrarme también recitando estos versos que te recuerdan cómo sobre 'lo que se escapa' no manda nadie y, por elocuentes, no necesitan más comentarios.

domingo, 13 de febrero de 2011

Campanario

Al toparme con aquella antigua tiendita de comestibles que aún conservaba intacta el museín del pueblo, el recuerdo de mi padre niño jugando a robar patatas -como él me contaba- en una semejante, me asaltó cual bandolero que te despoja de todo y te deja desnudo en medio de un paraje inhospito desangrandote por la herida que te abrió en las entrañas. No hay otro lugar donde protegerse y curarse de estos ataques más que el del fortín del olvido, pero tiene incontables brechas y los cimientos de barro.
Y por olvidar paso adelante visitando este otro museo que Juan Sánchez tiene en Campanario *, la Serena profunda de Badajoz. A estas tierras se viene a escuchar el silencio, algo así le decía su padre a Isabel Escudero, a quien agradezco que me diera el contacto.
Más que museo yo lo llamaría interesantísima colección; de cantidad de piezas relacionadas con esta comarca que Juan, hijo enamorado de ella, ha ido recogiendo y guardando durante muchos años y a la que se suma otra de figuras-esculturas que él mismo ha hecho con materiales recogidos en el campo: ramas, raíces, cardos, semillas, piedras, fibras vegetales.... Y además, ¡lo que no vemos!, todo el archivo fotográfico, oral , etc., que atesora en su casa y que precisaría de muchas visitas para ahondar en él. Y de nuevo te cabreas viendo todo este rico material apilado en un garage por falta de medios particulares y por la permanente obstinación de los poderes 'públicos' y económicos en seguir relegando a la miseria lo que tan hermosamente el pueblo fue y va destilando de ella. Y es que no hay que engañarse, como dice don Fernando Pessoa: un nuevo dios es sólo una palabra, y a buen entendedor pocas bastan.
Pero siguen las manos, entre risas, conversaciones y silencios, tejiendo la juncia en Campanario. Manos de pastores reunidos en la placita dedicada a ellos con estatua y todo. Un placer poder presenciar a estas alturas de la historia estos corros de sabiduria cestera.
Y por fin, los chozos, esas construcciones también pastoriles que, fabricados con paja o juncos en ocasiones, hasta hace sólo unas decenas de años servían de vivienda en las majadas de la Serena. Juan, cómo no, ha investigado sobre ellos y no sólo eso, sino que acaba de publicar un libro en compañía de Jose Antonio Calle, en que los estudia, describe e inscribe en la vida pastoril de la comarca. Los chozos de Campanario, es el titulo de este estudio tan recomendable y que podéis conseguir solicitándoselo a él mismo: juansanchezhuertas@hotmail.com
*Para visitar este museo puedes contactar con él (Juan Sanchez Huertas, Tfno. 924831375. Campanario)
Fotos: Arriba, Sirena, de Juan Sánchez. En medio, 'corchos' (hueveras) elaboradas con juncia (en primer termino) y con cordones reciclados (atrás). Abajo, chozo.

sábado, 5 de febrero de 2011

Más Cái

Te vas a visitar a Carlos "Soleta" en Medina Sidonia por regalarte de nuevo con su sonrisa y sus preciosas capachas de colores de flejes reciclados. El taller ha decaído un poco desde el último encuentro. Ya no cuelgan del techo tántas ristras de plásticos como antes, ya no hay tántos capachos, tánto color. Sientes como si "Soleta" fuera despidiéndose despacito de sus manos al paso que sus manos se alejan de pleitear. Pero salta el niño al rostro del viejo en una sonrisa y Carlos es una pildora de felicidad.
Hay marineros de piel pómez atestada de barba erizo en Barbate que apenas entiendes cuando hablan. Lo justo para pescar al vuelo un par de palabras: "nasas" y "huncos" (aspirada la h), y tirar del sedal. Se hacían, se hicieron, hasta hace unos años pero el último viejito que sabía lo dejó. Sigo el rastro de la seda y me lleva de la mano de su sobrino hasta una vieja casita soleada en el barrio de pescadores donde el abuelo, en penumbra de saloncito humilde y en corro de su mujer e hija cubiertas con mantas, ve la TV a las 11 de la mañana. Desalentador hasta que, de nuevo, asalta el niño al viejo y nos habla de cuando hacía las nasas, de cómo aprendió y de cómo lo dejo. Para muestra, un par de botones: dos nasitas versión 'bonsai' que hizo no hace mucho y que el sobrino guarda como recuerdo.
Vaya entonces un dato recogido de palabra y fotos para quien le interese: desde el cabo de Creus al de Trafalgar, las nasas igual; en técnica y materiales.
También semejante la rabia de los pescadores desde allá hasta acá: "Quienes prohibieron las nasas no tienen ni idea de pesca", se indignan. "Siempre se usaron y siempre hubo mucha pesca porque las nasas no matan lo que pescan y el pescador puede devolverlo vivo al mar si no le vale. Además, son selectivas, nunca acaban con la cría." "Y esos mismos que prohiben las nasas para 'proteger' la pesca son los que permiten las artes de arrastre que han arrasado este mar" (entiéndase el que toque en cada caso).
Tierra adentro, El Gastor, un pueblito blanco a la revuelta de otra curva camino de la serranía de Grazalema. Montes de bandoleros de leyenda como Jose María "El Tempranillo", personaje que da nombre al museito de artes y costumbres populares que alberga la que fuera casa de su novia.
Hace unos años, no sé si el alcalde, invitó a los viejos del lugar a que trajesen o reprodujesen piezas de las que antiguamente hacían ellos mismos para cubrir algunas necesidades de su vida cotidiana: aperos de labranza, calzado, cestos, herramientas, instrumentos musicales, etc. Y el resultado de aquella convocatoria fue espectacular: una colección repleta de joyas de arte popular realizadas por los vecinos del pueblo. Tan largo sería describiros cuanto ahí encontré que ni me pongo a hacerlo, pero cuando uno recorre las calles del Gastor y va conociendo a sus viejos el misterio se revela, ¡cuántas cosas y con qué arte las saben hacer! En cestería, aquí se encuentran el esparto, la pita, la palma, la vareta de olivo, la anea..., materiales que, en manos de Antonio, Cristobal, José o tántos otros, se convierten en preciosos objetos que no distinguen utilidad de belleza. Y te enamoras de lo que ves, y te vas.