miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuentos a la noche de los cestos

Un paseo nocturno. Barruntas sin hablar en alto (tan tonto como para que te encierren todavía no estás): ¡Ah, este frío en la cara, qué rico!, y te apretujas contra ti mismo. Arriba, negro encorsetado entre edificios y risitas de estrellas. No quieres mirar abajo, pa qué, con lo agustito que vas así, volando; y además no hay ni dios en la calle. ¡Pum!, al suelo; debe de ser que el Señor sí que estaba. ¡Qué fulano, siempre zancadilleando los vuelos! Dos representantes suyos (bueno, del orden) en la Tierra se me acercan uniformados:
- ...estoy bien, gracias. Es lo que tienen las estrellas, que acaba uno estrellao.
- !!!???
Sólo cuando se van distingo la compañía: basura, cajas de cartón y a su vera un viejo conocido, ese baúl de mimbre que, como suele ocurrir con estos individuos, acaban echándose a la calle. ¡Maldición, no me quito de encima el cesterío ni por asomo! ¡Ahora, seguro que empezará a contarme su vida, me lo estoy oliendo! Parece como si de un golpazo le hubieran desencajado la bocota. Pobre, comienza a enternecerme. Me arrimo a él. En fin, qué se le va a hacer, debe de ser mi sino. Cuenta, hombre, cuenta. Silencio. Alguien alguna vez dijo: ¿No escuchas ese terrible llanto a tu alrededor, ese llanto que los hombres llaman silencio?, y no sé por qué, esa frase se me viene a los labios. No suelta prenda, así que me limito a mirarle y claudicar ante aquellas palabras
¡Qué bien te echaron las teladas, rápidas pero sin prisas! -pienso-. Un cestero de los de antes, seguro, se nota su buena mano. ¿Y los mimbres? Aunque estás bastante castigao, aun conservan firme su asiento. ¿De dónde serían? ¿Cuenca? ¿Salamanca? ¿Valencia? Qué alegre debio de ser su vida allá, en los campos de donde fuese, reventando de mamá cepa para dispararse rápido al cielo acariciaditos por soles, vientos, noches y besos de gotas de lluvia. No te llevo para casa, que ya no me caben más huespedes.
Y me gustaría gritar: ¡Llevénse a este señor, que guardará sus prendas y, si le escuchan, les contará la suyas, las de artesanos, tierras lejanas y noches de acera y desolación! Pero no hay nadie, sólo silencio.