- - ¿Qué haces?
- - Nada en particular.
- - ¿Y no te aburres?
- - Sí, colosalmente.
- - ¿Qué horror, no?
- - ¿Horror? ¿Por qué?
- - No sé, entiendo que la situación de encierro no
deja muchas posibilidades pero siempre se puede uno buscar distraciones para
pasar el tiempo.
- - Eso si que es aburrido. Se harta uno de ver y
escuchar por todas partes consejitos o muestras de cómo apañárselas para
rellenar el vacío que nos ha dejado este confinamiento.
- - Cómo eres. Bueno, son unos días y algo hay que
hacer hasta que podamos volver a la vida normal.
- - Sí, a ésa que está toda abocada a la felicidad
que habrá de llegar en un futuro. La
normalidad en que se pasa uno el día maldiciendo del trabajo –o la falta de él,
que viene a ser lo mismo- y demás pleitesías que ella conlleva. En definitiva,
de tener que esta callando aquella voz que por los adentros te balbucea: esto
no es, esto no es….
- - Hombre, tan poco es tan así. Hay momentos malos
y buenos, así es la vida.
- - Sí, claro. Pero ¿no te suena eso a viejo, en el
peor sentido de la palabra, a aceptación de la triste realidad?
- - Tal vez, pero…
- - Pero nada. Mira, por cuestiones que poco
importan al caso, se nos ha presentado un momento de obligado detenimiento, así
que… Por qué, en lugar de estar machacándonos con la TV, el internet, o
saliendo al balcón a insultar o aplaudir como está mandado, no se para uno y se
aburre, sin más, con ningún objetivo. Aburrirse gloriosamente, sin paliativos.
- - ¿Hasta la desesperación?
- - Y más, tal vez. Pero como no hay mucho que
esperar, al menos durante unos días, pues también de esa desesperación tendrá
uno que aburrirse.
- - ¿Y entonces?
- - Pues no sé. Habrá que descubrirlo. A
lo mejor hasta llegas a aburrirte de ti mismo, de ése que continuamente quiere
escapar de ello. Del que se pasa todo el día crucificado entre lo que debería y
no debería hacer; que tiene que estar siempre ocupadito –con ocio o trabajo,
¿hay diferencia?- no sea que se le tambalee el tinglado; de ése que proyecta
toda su vida al mañana y por eso lo de hoy nunca es vida. Tal vez, al aburrirse
de él, de uno, ya no le dé más escucha y …
- - ¿Y?
- - Pues nada es seguro, pero quién sabe si en ese desconocido
silencio no se deje oír otra voz, aquella que ronroneaba: no es esto, no es
esto.
- - ¿Y qué dirá esa voz, como tu la llamas, además
de eso que ya decía?
- - Ah, esa es la gracia, que
está por descubrir qué dice y hace.
- - En cualquier caso, y sea lo que sea que pase si
aparece algún descubrimiento, ¿de qué servirá?, en unos días todos a lo de
antes más o menos y …
- - Claro, claro, no hay mucho que temer, el mañana
siempre será mañana. Pero, en tanto llega ¿vas a desaprovechar
la ocasión que ahora se brinda?
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