De un intento por repetirlas. De un enamoramiento de toda esa historia, de esas navecitas. Y entonces llegó una llamada de la lejana Dinamarca invitándonos a participar en un encuentro de eso que llaman 'Land art'*. Había ciertos motivos que debían de servir como inspiración, uno de ellos: 'los cobijos'. Y a mano teníamos un refugio de beso: niños, caricias, juncos, adioses, al fin, efímeros barquitos que duran un tiempo imposible de contar.
Foto de Anne Mette Hjornholm
Así que, adelante!, nos dijimos; que sean barcos, muchos, de mimbre, blancos, que salgan a la luz y la reflejen. Al borde del lago montamos el astillero; un poco más allá, el dique seco.¡Cestería de ribera! Y manos a la obra. Siete fueron,- ¿por descapitalizar pecados?-. Y vino la botadura. Y tan pronto navegaron sobre las aguas, comenzaron a hundirse en lo que viene quedando atrás.
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