CURSO DE INTRODUCCIÓN A LA CESTERÍA DE LÁMINAS DE MADERA.
lunes, 21 de diciembre de 2020
Curso para enero
viernes, 18 de diciembre de 2020
Haz como yo
Haz como yo, me sorprendí diciendo a un estudiante de cestería hace unos días. Era una frase que había escuchado repetidamente a mis maestros cesteros de pueblo, esos que aprendieron por imitación y que enseñan de igual manera. Después de 30 años dedicados a la docencia acababa, también yo, de repetir aquellas palabras mientras ¿mis? manos tejían unos mimbres. Y con ello reparaba en la importancia de esa indicación que daba cuenta de la que, probablemente, es la mejor enseñanza: la que las manos imparten con su colocación, gestos, ritmo y todo aquello que el trajín del tejer les ha traído. Quedan las palabras, en caso de emplearlas, para dirigir la atención del estudiante hacia aquellas cosas.
Pero, al mismo tiempo, ese Haz como yo revelaba un yo que no es alguien en concreto sino cualquiera que dice esa frase porque las manos le han adquirido una destreza de la que, en cierta forma, él también es un espectador, un aprendiz.
El lenguaje de las manos, como el oral, no pertenece a nadie, ni siquiera a ellas mismas, y sólo es torpe en la medida en que alguien o algo pretende hacerlo suyo. Mis manos, mi cuerpo... necedades que esclavizan misterios.
domingo, 6 de diciembre de 2020
Seronejas
Siete años, me decían el otro día, habían pasado desde que nos juntamos Vene Sagrado y yo para hacer unas seronejas. Reconoces, por recordatorios como ése, la trampa que tiene contar el tiempo: ancla en fechas de calendario y convierte en historia -o al menos es su intención- hechos que continúan vivos en ti y que tienen la capacidad de seguir removiendo pensamientos, sentimientos -y vaya usted a saber qué otras cosas- en manera seguramente más insospechada de lo habitual, por cuanto menos sujeta a la voluntad de uno.
Nunca había hecho unas seronejas, ni tan siquiera las había visto hacer, así que Vene tuvo que agenciarse unas viejas de su pueblo para que pudiera estudiarlas. La pieza consistía en dos cestazos unidos entre sí por un puente que servía para acomodarlos a ambos costados del lomo de un animal de carga: mulo, burro o caballo. Los canastos eran de hechura castellana tradicional en mimbre, así que la atención la dirigimos sobre todo al ensamble.
Palizón por parte de Vene, que se las curró en un fin de semana con la puntual ayuda de mi amigo Raúl o mía. Quedaron bien, tanto que lograron pasar el despiadado examen de dos viejos labriegos del lugar licenciados en 'seronejologia'.
Según me comentaba el otro día Vene, aún no han sido usadas pero la intención de hacerlo algún día sigue ahí. Alguien dirá que fabricar o usar unas seronejas hoy día es algo anacrónico, y probablemente tenga razón si su tiempo no es otro que el que se mide y cuenta. Pero si no es así, si aún le palpita ese otro indómito, que no entiende de pasado, presente o futuro, entonces...