Se cerró la puerta y la vida ocurrió en soledad. Soledad ante la noticia de la muerte del amigo, la quiebra de la razón de aquél cuya lucidez admirabas, el abrazo deseado, la sonrisa desvanecida, tu rostro que se aja en el espejo. Pero también, el ramo de mimosas en el jarrón y el declinar de su sombra fiel al sol poniente; la rotundidad lógica de las leyes de una técnica espartera; el fugaz cruce de miradas con la golondrina que se cobija de la lluvia junto a sus hermanas. Admiraste la grandeza de un sencillo sentimiento; te atrapó la sutileza del sereno no lugar donde todo está por sentir.
Suena la aldaba de la puerta, abres dispuesto a escuchar el testimonio de la soledad del otro y de frente un bofetón de bocinas atronando, gentes que chillan y agitan banderas; rancio ruido por ensordecer el bisbiseo de la vida.
Suena la aldaba de la puerta, abres dispuesto a escuchar el testimonio de la soledad del otro y de frente un bofetón de bocinas atronando, gentes que chillan y agitan banderas; rancio ruido por ensordecer el bisbiseo de la vida.
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