Bueno, pues entre tanta revuelta, rebelión, rebelados y desvelados, el Sol de Madrid se coló Entre el mar y el cielo de Odense sin dejarme contaros algo de lo que en Dinamarca pasó. Una experiencia 'chapeau' en la que los que por allí anduvimos tuvimos la oportunidad de compartir días y noches, trabajos e ideas con los compañeros en una torre de Babel idiomática en la que precisamente lo que nos separaba era lo mismo que nos unía. Fue muy interesante descubrir lo que, a partir del eje común de la cestería, cada uno había ido desarrollando. Objetos o instalaciones aparentemente lejanas de aquel oficio que cuando uno se paraba un rato a observar comenzaban a desvelar el tronco común y su desarrollo. Frágiles escaleras apuntando al infinito, barco de mil banderas poniendo música al viento, inmensas jaulas en las vuelan atrapadas las sombras de unos cuervos de goma, brindis al mar con copas de mimbre y sutiles alambres, etc.
Como os contaba, Joan Farré y yo nos decidimos por las nasas (teníamos dos posibilidades pensadas) al examinar el lugar. Fue muy interesante ver como, al igual que les ocurría a los demás compañeros, el lugar, las condiciones metereológicas, la luz, el viento, los materiales iban transformando sobre la marcha cualquier idea inicial que lleváramos. Se aprende mucho dejándose llevar y adaptandose a lo que surge en cada momento. Finalmente, y en esa misma línea, nuestras nasas acabaron siendo bautizadas como "Castillos en el aire" por un suceso inesperado. Os cuento: una mañana de mucho viento (como casi todas) estabamos Joan y yo trabajando en la ladera de la montaña intentándo protegernos de aquél y se nos acercaron unas ancianas danesas con las que comenzamos a hablar en inglés. Iban acompañadas por un viejito que, unos metros más allá, en lo más alto del lugar, se paseaba entre nuestras trampas apoyado sobre su bastón y deteniendose de cuando en cuando ante alguna de ellas en postura aristocrática de mirada al cielo. Finalmente se encaminó hacia donde estábamos alzando el bastón y gritando algo en danés que no podíamos entender. Al llegar a nosotros, nos encontramos con alguien cuyo aspecto y rasgos faciales recordaban a algún personaje sacado de los cuentos de Andersen o de la noche de los tiempos que continuaba diciendonos cosas ininteligibles. Finalmente una de las señorinas nos tradujo: "Os felicita por el trabajo y dice que habeis hecho lo que él siempre soñó construir en la vida: Castillos en el aire." No sé muy bien si son tal cosa (Castillos en el aire) y quizás por eso mismo lo sean, en cualquier caso aquel estupendo anciano así los bautizó y con ese nombre quedaron.
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