martes, 27 de septiembre de 2022

Sin futuro para la cestería

Recientemente tuvo lugar un encuentro cestero cuya finalidad era hablar sobre el "Futuro de la cestería”. Como me resultaba imposible acudir, tras preguntar a los organizadores si venía a cuento que escribiera unas líneas a propósito de tal cuestión y recibir una respuesta afirmativa, envié el texto que  más abajo comparto. Por motivos que se me escapan, en aquella ocasión no fue leído. En cualquier caso, visto que esto del futuro de la cestería es algo que cada vez se plantea con más frecuencia, me animo a hacer público lo que en ese escrito exponía*. 

*Versión en inglés de Lois Walpole.


SIN FUTURO PARA LA CESTERÍA

Parece ser que esto del futuro de las cosas está presente por todas partes y hay tanta insistencia en plantearlo que se diría que toda nuestra vida y actos solo tienen sentido como proyección al futuro. Visto así, me atrevo a decir que hasta que llegue ese ‘futuro’ podemos considerarnos muertos en vida. 
Pero, esto de planear y proyectar el día de mañana, no sólo lo hacemos con nosotros sino que lo extendemos a todo cuanto nos rodea y, en esa línea, ahora le ha llegado el turno a la cestería: El Futuro de la cestería. Para abordar esta cuestión sólo se me ocurren dos formas: la primera sería intentando adivinar, cual pitonisas, qué ocurrirá con este oficio dentro de unos años. La segunda opción, plantear nosotros un futuro para ella: es decir, qué queremos o creemos que sería lo bueno para la cestería y, una vez decidido eso, cómo y por dónde debemos dirigirnos y dirigirla para conseguirlo. 
Ya que lo nuestro son los cestos y no las bolas de cristal, supongo que la primera opción se nos escapa. En cuanto a la segunda: planear un futuro para ella, encuentro que, por un lado, esa actitud supone traicionar a un arte tradicional, la cestería, que cuenta como una de sus características principales el que nunca se ha preocupado del futuro sino que, más bien, ha ido ingeniándoselas para resolver las necesidades de cada momento, descubrir nuevas técnicas o aplicar las ya conocidas, etc. sobre la marcha. Y esto lo ha hecho siguiendo un impulso que podríamos decir que viene de atrás, de un misterioso pasado que continuamente está alimentándola tanto a ella como a muchos de los que nos acercamos a ella. En este sentido, proyectarle un futuro sería empeñarnos en lo contrario: en primer lugar, en condenarla a hacer lo que hemos decidido que tiene que hacer para cumplir con él y, en segundo lugar, en convertirnos nosotros en sus jefes en lugar de lo que verdaderamente somos: sus aprendices.
Y aprovecho esto último para enlazar con la segunda cuestión que quisiera destacar: la arrogancia que demostramos creyéndonos, más o menos conscientemente, los ‘reyes de la creación’ y por tanto sabedores de qué quieren, qué necesitan o cómo tienen que ser las cosas –algo similar a lo que pretendemos para con nosotros mismos– y qué hacer para conseguirlo, sean esas cosas la cestería, los bosques o las sardinas, por poner algunos ejemplos. 
Por tanto, animo –a vosotros y a mí– a renunciar a esa arrogancia y a esa traición y a seguir disfrutando de lo que hacemos y nos enseña día a día la cestería, un camino sin fin que, por suerte, no está trazado y por tanto se va descubriendo sobre la marcha. Tal vez ese goce presente y esa despreocupación por planes para el mañana sea el mejor revulsivo que la cestería pueda arrojar sobre este mundo empeñado en ser sólo un proyecto de futuro. 


NO FUTURE FOR BASKETRY

It seems to be that this thinking about the future of things is present everywhere and that there is so much insistence on raising it that one can say that all our lives and actions only have meaning as projections for the future. Seen like this I am tempted to say that up until we arrive at this ‘future’ we can consider ourselves dead in life.
But this planning and projecting for tomorrow, we don’t only do to ourselves, but we extend it to everything that surrounds us, and so now it is the turn of basketry. The future of basketry. 
To approach this question I can only see two ways to look at it: the first would be to try to divine, like fortune tellers, what will happen to this craft within a few years. The second option is for us to propose a future for it: that is to say what we want, or believe to be best for, basketry, and once this is decided, how and where to direct ourselves and basketry to arrive there. 
As ours are baskets and not crystal balls I suppose the first option escapes us. 
As for the second: planning a future for it, I find, in one way, this approach involves betraying a traditional craft, basketry that counts as one of its principal characteristics that it has never occupied itself with the future, rather that, much better, it has been ingeniously providing solutions to the needs of each moment, discovering new techniques, or applying ancient knowledge in the process. And it has done this following an impulse that we could say comes from elsewhere, from a mysterious past that is continually feeding it, and that is much of what we like about it. In this sense projecting a future for basketry would be committing ourselves to the opposite: first condemning basketry to make only what we have decided should be made in order to arrive at this future, and in second place by converting us into its bosses instead of what we really are, its apprentices.
And I take advantage of the latter to link with the second issue that I would like to highlight: the arrogance that we show by believing ourselves, more or less consciously, to be the 'kings of creation' and therefore knowing what is wanted, what is needed, or how things have to be –similar to our intentions for ourselves – and also knowing what to do to achieve it, be it basketry, forests or sardines, to name a few examples.
Therefore encouragement  - to you and to me – to renounce this arrogance and this betrayal and to continue enjoying what we do and what basketry teaches us day by day, on an endless path that luckily is not mapped, and therefore is gradually discovered as we progress. Perhaps that enjoyment of the present and that unconcern about plans for tomorrow is the best salve that basketry can give out to a world determined to be just a project for the future.

1 comentario:

JOSE GALÁN dijo...

Celebro el sin futuro de la cestería y celebro las razones que se escapan.