jueves, 5 de marzo de 2020

Siete pares de esparteñas, una charla y un pastor.

Que José Fajardo, desde la Universidad Popular de Albacete, me propusiera impartir un taller de elaboración de esparteñas fue una agradable sorpresa. Añadir más tarde a esa invitación la posibilidad de dar una charla sobre el mismo tema, ya un alegrón. Fue entonces que algo en mi saltó proponiéndole que la conferencia no se limitara a las esparteñas sino que abarcara el calzado tradicional elaborado con fibras vegetales en España y fuera de ella. Llevo varios años curioseando en ese mundo y la verdad es que no pensé que surgiera la posibilidad de dar noticia de lo que había ido descubriendo, tal vez fue por eso que lo ofrecí sin pensármelo dos veces.
El curso se llevó a cabo los días 24 y 25. Se informó a los siete participantes que tendrían que venir provistos de los diferentes tipos de trenzas que cada uno necesitaría para realizar su par de esparteñas. La idea era que los dos días se dedicaran a aprender a coserlas, labor que, por si sola, ya nos ocuparía todo el tiempo. Los estudiantes eran muy aplicados y pronto aprendieron el método de cosido así que, como suele ocurrir, el taller excedió el tema propuesto y dio pie a compartir muchas otras cosas interesantes. Una de ellas, por ejemplo, el reciente descubrimiento por parte de los amigos de la Universidad Popular, a través del Museo Etnográfico de Tiriez, de las adovías, un calzado que en los días de nieve los pastores se ponían sobre las abarcas para caminar mejor. 
Adovías (Foto, Maite García)
La conferencia tuvo lugar el martes por la tarde y en ella traté, como comentaba más arriba, de plantear una introducción al calzado vegetal tradicional organizando algunas de las cosas que me parece haber descubierto. Fundamental en esa investigación fue encontrarme con que unas determinadas técnicas -no más de media docena- distribuidas por todo el mundo, definían la construcción básica de la mayor parte del calzado tradicional, al menos en lo que a la suela se refiere que es, a mi entender, el eje estructural y distintivo sobre el que se elabora lo demás. Unas técnicas cesteras que, como es costumbre, son aplicadas utilizando los materiales más apropiados en cada área del globo.
Conferencia (Foto de Paz Sriphova)
  Presentar y hacer una descripción general de tales procedimientos,  distribuirlos por las diferentes áreas donde aparecen y dar cuenta de las características de los materiales empleados me pareció que sería una buena manera de acercarnos a una producción, esta del calzado vegetal, de la que no he encontrado ningún estudio y que tan interesante y rica se me presenta: como me comentó en algún momento Fajardo, el calzado es algo que todo el mundo utiliza y ha utilizado.  La charla se grabó en vídeo y la colgaré en la red cuando esté preparada. Daré información de ello por si hubiera alguien interesado.
Algunos de los participantes en el curso de esparteñas (Foto de Paz Sriphova)
Aprovechando la estancia en Albacete, tierra espartera donde las haya, me acerqué a Tobarra para visitar a un viejo pastor-espartero, el Sr. Ricardo, con el que José Fajardo me había puesto en contacto. Lo primero fue tomar café en un bar a la entrada del pueblo; el Sr. Ricardo me fue poniendo al corriente de sus andanzas y según hablábamos dijo de enseñarme una de sus piezas: el cestico de las perras, como el lo llamó. Pensé que, al ser pastor, tendría algún cesto especial para sus compañeras de campo pero cuando echó mano al bolsillo y sacó un monederito, caí en la cuenta de que se refería a esas otras perras de las que ya apenas nadie habla: las moneditas sueltas. En fin, que este tipo de sorpresas no tienen precio.
Como tampoco lo tienen muchas de las cosas que me fue contando mientras, ya en su casa, comenzaba un cestillo y me mostraba un montón de entrañables piezas que había hecho: cómo aprendió, dónde, cuántos metros de pleita hacía mientras pastoreaba, el cariño que se tenían con Malena, la perra que le mató un coche, o el café y la copa de coñac que siempre desayunaba antes de salir con las ovejas al campo. ¡Y fíjate lo bien que está!, me suelta Mª José, su hija. Para que luego digan.
Quedamos en vernos más adelante, con más tiempo y con la promesa de disfrutar de unas buenas migas que el Sr. Ricardo se ofrece a preparar cuando vuelva con Fajardo. ¡No faltaremos!- contesto, mientras me mete en el coche no sé cuántas de sus joyas esparteras: una herradura de recincho para colgar las llaves, un macetero para una planta..., y cómo no, un cestico para las perras.

No hay comentarios: