jueves, 22 de marzo de 2018

De rebeliones y sumisiones


       - Tristón te veo.
-         - Casi que traicionado, diría.
-         - ¿Por?
-         - Erais como las cómplices de uno y ya ves…
-         - ¿Te refieres a nosotras, a las mujeres?
-         - ¿A quién si no?
-         - ¿Y eso de la traición?
-         - Pues mira, que los hay que nos sentíamos acompañados en esa especie de estar medio fuera, medio en contra de este mundo de los hombres; de mirarlo de reojillo sin creérnoslo, reconociendo por lo bajo su falsedad, brutalidad, torpeza. Y ahora…
-         - Bueno, no sólo medio fuera, también padeciéndolo.
-         - Eso es, sometidos al orden con todas sus ideas, instituciones, leyes, creencias… Al Poder, en definitiva. Y ahora, después de sufrirlo tanto tiempo, en lugar de alzaros contra todo eso para rechazarlo resulta que por cualquier parte se escucha que lo que queréis es vuestro huequecito, o huecazo, tanto da, en ese putrefacto pastel.
-         - No siempre, eh. Lo que ocurre es que a quienes más se oye es a las que reclaman eso… ¡En nombre de todas, encima!
-         - Ya empiezan a parecerse a los de arriba, siempre hablando en nombre de todos.
-         - O de la mayoría, que para el caso… Pero vaya, sí, te entiendo: es como si todo este mundo en que malvivimos no fuese una imposición, sino algo ‘natural’, ‘incuestionable’, o cosa por el estilo, y el problema estuviese en los que lo han venido administrando.
-         - Esclavos ellos a su vez de tener que creérselo, y trabajar, y someter. De comprar amor con prostitución o matrimonios; de hacer guerritas, y morir y matar por ser ‘los hombres’…
-         - Bueno, igual con las mujeres interviniendo, el cotarro varíe.
-         - No nos engañemos, las cosas cambian para seguir siendo las mismas. Esa es la forma que tienen de mantenerse. Un gobierno es un gobierno; un jefe, un jefe; un torturador, un torturador; un camarero, un camarero; los habrá más suaves o más duros, machos o hembras, pero siempre serán un gobierno, un jefe, un torturador o un camarero.
-         - Vaya cambiazo, sí. En lugar de rebelión, integración.
-         - Igualdad, que llaman. Todos en el mismo saco: a trabajar y a consumir paritariamente que, al fin y al cabo, es de lo que se trata.
-         - Y si no, ¿qué?
-         - Negarse, sin más.
-         - ¿Y después?
-         - Ya se verá.
-         - ¡Pobres de los hombres! Dejarles ahí solos y sometidos…
-         - ¿Pobres? Lo que libera a unos libera a otros, si no, no es libertad ninguna. Mira, ellos -nosotros, si lo prefieres- no son el enemigo, es el mundo establecido a través suyo.
-         - Entonces, ¿conseguir uno construido por nosotras?
-         - Eso no sería más que la otra cara de la misma moneda. Un mundo en contra del hombre y la mujer, habría que decir.
-         - No entiendo.
-         - Te hacen creerte mujer como me hacen creerme hombre.
-         - ¿Quién?
-         - El único que puede: el Poder.
-         - Pero, ¿si tienes un sexo u otro?
-         - ¡Qué tendrá que ver eso con ser mujer u hombre! Serlo es lo que este orden le impone a cualquiera que le haya tocado llevar una grieta o un colgajo entre las piernas, algo que no sabemos lo que es y que únicamente distingue, pero no constituye.
-         - Hasta que le ponen nombre y hacen como que lo supieran.
-         - Lo uno va con lo otro.
-         - Ya. Será por eso que muchas nos rebelamos contra el sambenito que nos cae encima.
-         - Y muchos. Otra cosa es que, sumisamente, la mayoría acate la orden.
-         - Sin darse cuenta, me parece.
-         - Obedecer es lo más fácil.
-         - Pero hay quien no traga.
-         - Por suerte, nunca todos tragan… En tanto en cuanto no se afirmen.
-         - ¿Cómo?
-         - Con algún otro calificativo. En este aspecto con esos de homosexual, bisexual, transexual, lesbiana…
-           - Menudo guirigay de confusión el de estos días, ¿no?
-         - Sí, una guerra equivocada. No por ‘empoderarse’, sino contra el Poder habría que librarla. Él es el que esclaviza.
-         - Hasta derrotarle.
-         - No, hasta liberarle a él también.
-         - ¿Al Poder?
-         - Sí, el está igualmente preso.
-         - ¿Preso, de qué?
-         - De sí mismo, de ser el que es; como tú, como yo, como cualquier otra cosa.
-         - Pero, si él es el que puede.
-         - Mucho, pero no todo.
-         - ¿Qué es lo que no puede?
-         - No poder.
-         - Venga, vámonos a jugar con los niños. Verás como entre ellos olvidamos…
-         - Y así podremos recordar… Pero, ¿con cuáles? ¡Ya casi no los hay por las calles!
-         - Con los que no fuimos, con los que nunca dejamos de ser.
Foto: Agustín (encontrada en un libro cuyo título no recuerdo).


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te recomiendo que investigues un poco el transfeminismo que va, precisamente, de rebelarse al poder y reconstruirlo todo.
Lo de mujer es un engaño como lo de hombre, de acuerdo, pero afirmarse mujer en una lucha política es abrazar los sometimientos (que son inconcebiblemente mayores que los impuestos a los hombres) y pelear con ellos desde la fuerza y la resiliencia.

Carlos Fontales dijo...

Muchas gracias por tu comentario.
Algo en cuanto a un par de cosas que dices:
-"… rebelarse al poder y reconstruirlo todo". Rebelarse al poder es rebelarse también contra uno mismo, constituido como cualquier estado al fin y al cabo, que ejerce su poder y demás (dueño de mi cuerpo, de mis sentimientos, ejecutor de mi voluntad, …). Alguien así, cualquiera con nombre y apellidos en definitiva, es mejor que no construya o reconstruya nada, con ir desprendiéndose de la fe en si mismo y de creer que sabe lo que quiere parece que ya tiene bastante.
- "…afirmarse mujer …y pelear desde la fuerza….". Afirmarse cualquier cosa es negarse todo lo demás, una cadena que no creo que tenga demasiado interés. En cuanto a la fuerza de la pelea supongo que te referirás a la que viene de la razón y el corazón cuando no son cosas diferentes; la otra, la bruta, ya se sabe a quien pertenece.
Saludos.