viernes, 18 de septiembre de 2015

G.

- Nunca quise tener hijos por no dejarlos esclavos.
- !!!
- Mira, tienes que ir cosiendo los 'charoles' (motivos decorativos de la gorra segoviana) en este sentido. Y colocándolos muy juntos.

Estos y otros comentarios los hacía G (no diré su nombre por respeto a su deseo de anonimato) en el último de los encuentros que hasta el momento he tenido con ella. Hace un par de años alguien me daba su referencia al tiempo que me comentaba: Vive sola, en una casa y de una forma como a la antigua. No le gusta mucho el trato con la gente, pero yo le diré que vas a ir a verla para que te reciba. Y añadía:  Es una de las últimas que sigue haciendo las gorras de paja que usaban las mujeres antes. Con presentaciones así te desentumeces del habitual desinterés por el trato con tus semejantes y allá que te lanzas a la búsqueda de tan atractivo personaje y sus saberes.

Pom, pom, pom! 
- G! G!
- Pasa, pasa. -Te suelta sin más presentación mientras abre la puerta de su casa.

Disimulas como puedes la fuerte impresión que te causa su aspecto: Anciana de las antiguas. Negro pardo en sus atavíos. Pañuelo a jirones en la cabeza. Rostro barbudo y grabado de arrugas contra una resplandeciente y limpia sonrisa. Mentirías si dijeses que no estás viendo también a una niña.

- Qué cocina tan antigua! 
- Así la tuvimos siempre. En invierno, cuando hacía malo como ahora, mi padre nos cubría junto a él con una manta y así pasábamos el frío.
- G., me han dicho que usted hace gorras de paja como las que se hacían antes.
- Ya casi no hago!
- Me gustaría aprender. ¿Usted me enseñaría?
- Pues claro.

La conversación se desarrolla en la cocina. Desolada. Piso de tierra y la sola iluminación del haz de luz que penetra por la amplia chimenea del hogar; la misma por la que van cayendo los copos de nieve que revolotean entre nosotros mientras hablamos. Las gallinas campan aquí a sus anchas.

- Y tendrá alguna para que la vea?
- Alguna tengo.

G. se va para aparecer unos minutos después cargada de bolsas. En la penumbra comienzan a resplandecer las doradas 'sombrillas' -como ella las llama- según las va sacando de los viejos plásticos en que las guarda. Colocadas sobre la descuidada mesita diríanse un tesoro.

- Qué bonitas!
- ...
- ¿Me vendería alguna?
- Coge la que quieras
- Pero se la pago, eh!
- Te la llevas así o no te la llevas. Tu verás. Yo tengo el gusto de que te guste hacer este trabajo, así que llévate una. Yo soy así. Ni más, ni menos.
- !!!...
- Ves?, primero hay que hacer una trenza como ésta y luego se va cosiendo así.
- Espere, G. Le parece bien que venga el domingo con unas pajas preparadas y comenzamos a hacer todo desde el principio?
- Ven, sí. Como nosotros no tenemos misa...

Ella sonríe traviesamente y tu caes en la cuenta de que ha volado el tiempo y es hora de marchar. A pesar del forro polar, abrigo, gorro de lana y yo que sé qué más que llevas, te has quedado helao. G., con un par de chaquetillas y una bufanda, tan fresca.

- Hasta el domingo, entonces.
- Mira, si tu llegaras a casa y, por cualquier cosa, no se te arregla la palabra que tenemos, no pase entre nosotros discordia. Me entiendes, no? Tan amigos.

Y tan amigos, sí. Tanto como para que, entre comentarios pícaros, historias de su vida y pensamientos (o desengaños, como a ella le gusta decir), a partir de aquel primer día G. me fuera desvelando los vericuetos de la construcción de una sombrilla en las espaciadas visitas habidas durante los dos últimos años (tal vez algún día tenga uno vagar para dar cuenta más detenida de todo ello).
¿Mucho tiempo para una gorra? Dicen que no hay prisa cuando algo es urgente pero, tal vez podíamos habernos visto más a menudo, no? No. La siguiente conversación, surgida durante mi última visita, ponía palabras a lo que sin ellas había estado claro en esos años:

- Ya llevamos toda la mañana dale que te pego a la sombrilla, G. Estarás cansada. Además, con los calorazos de este agosto no hay quien pueda. ¿Te parece que lo dejemos por hoy y la terminamos mañana? Ya no queda mucho.
No, ya la acabamos hoy. Así tu ya estás libre y yo también. Te voy a decir una cosa: mira, es mejor así, verse pasado el tiempo. Cuando la gente se ve muy a menudo se pierde el respeto.

4 comentarios:

Lois Walpole dijo...

Historia hermosa y photografia bella.

Carlos Fontales dijo...

Gracias, Lois.

Natural dijo...

Qué experiencia, qué gusto!!

Carlos Fontales dijo...

Pues un gusto, sí. Natural.