Ayer eran los
juncos y hoy la vaguada. Buenos amigos. La escusa es que te vas a buscar unas varas al monte y así, de paso, aprovechas a visitarla, a la amiga, a esa amplia llanura de piedras y tomillos que allá, tras del pueblo, se abre paso irreverentemente hacia la sierra de Guadarrama. Te sientas a su vera; ella, explayada, no pregunta, no demanda nada de tí, se dedica simplemente a estar ahí, ajena, dejando que la brisilla la acaricie, el sol la dore o las lombrices y los ángeles de yermo la habiten. Su frío desinterés por el barullo de preocupaciones, pesares y demás ruidos que traes contigo es tierna caricia para el tuyo, para tu propio desinterés por todo eso. Y conversas de silencio a silencio. Y no hay nada que explicar, que comprender, que ganar o perder. Ahora, ningún problema hubo nunca.
Y te vas. ¿Las varas? Ah, eran sólo una escusa, ya lo dije. Tal vez por eso va uno de cestero, una escusa para tener escusas.
2 comentarios:
Qué bonito escribes Carliños
Nada, sólo intenta uno escuchar. Gracias, Adri, por tu comentario.
Publicar un comentario