lunes, 22 de septiembre de 2014

El Sheriff

“El Sheriff” y “el Comisario”, dos niños que jugaban hace unos 70 años por las huertas de estas tierras al sur de Alicante. Se llamaban así entre ellos y con ese apodo se quedaron.

- No tengo ropa de civil, se la di a los de Cáritas pa' gentecica que la necesite. Yo siempre voy vestido así porque ando por el campo escondío con los prismáticos, vigilando pa´que no quemen los pinos.
-¡Menuda valla de cañas que tiene rodeando su finquilla!
- La hice yo. Antes hacía muchas cosas con las cañas. Barracas pa´la gente que me las encargaba. Con su  tejao y to´. Ven, pasa. Aquí vivo yo, en esta casica.
- ¡Qué colores tan bonitos le ha puesto!
- Son de pintura de barcos. Estuve trabajando en un mercante holandés y cuando iban a tirar los restos de  pinturas que les sobraban yo las pedía y así pintaba mi casa.
 Este es mi patio. La casa grande se ha he dejao a ese matrimonio que cuida de mi. La otra de al lao es la de  mi hijo. Se fué. Cuando murió mi mujer mis hijos me abandonaron. Pero este matrimonio me cuida muy  bien, antes tenía que tomar 20 pastillas al día y ahora ya sólo tomo dos..., tengo mal dormir.
- Vaya. Bueno, me alegro de que ahora esté mejor.
 Y esas cuerdas que tiene ahí de esparto, ¿también las hizo usted?
- Si, claro, son pa´las escobas. Cojo el esparto por ese cerrico de ahí arriba.
- ¡Ah! O sea, ¿que usted también hace escobas?
- Ahora, de vez en cuando, pero, ¡uh, las que habré hecho! Antes no había cepillos de plástico y la gente  usaba estas.
- Que son de palmito, ¿no?
- De palmito. Cojo los palmitos, los seco un poco, no mucho, y luego ato los doce pares -porque las  escobas se hacen con doce pares de palmitos- con esa cuerda de esparto que sujeto en una ventana pa´  tenerla tensa...
- ¡Jó!, ya me gustaría ver cómo las hace. Y tirarle algunas fotos en la faena. ¿A usted le importaría?
- ¡No, qué va! Vente mañana si quieres.
- ¿Si? ¡Qué bien! ¿Y quién le enseñó a usted a hacerlas?
- Mi padre. Y cuando llegaban los domingos preparaba todo y hacía unas cuantas pa´ luego venderlas. Ven,  que veas una que aún tengo por aquí. Mira, ésta tendrá mas de diez años y ahí sigue. Si se hacen bien duran  mucho.
- Pues, qué ganas de verle a usted hacerlas. ¿Quedamos mañana, entonces? O, si no le viene bien mañana, otro día, que yo andaré por esta zona tres o cuatro días más.
- Sí, vale, vienes mañana... Bueno, mejor en otra ocasión que tu vengas por aquí, porque pa´mañana no da   tiempo a preparar los palmitos bien. Esos que tengo ahí están ya mu secos y viejos. Y yo quiero que te  lleves dos escobas bien hechas pa´que las puedas enseñar por ahí.
- Claro, claro, como usted diga, y además se las pago.
- No, no. ¡Qué vas a pagar! Te las llevas y las enseñas por ahí.
- Ya. Bueno, pues quedamos entonces para la primavera, porque antes no creo que pueda venir.
- ¡!
 ¡Si no me he muerto pa´ entonces!
- ¡Qué dice, hombre! !No se puede usted morir..., que tiene que enseñarme a hacer las escobas!
- ¡Valeee!

Y unas sonrisas. Estas despedidas casi siempre acaban así, en risas, o en sonrisas. ¡Qué bueno! ¿Qué bueno? Bueno, quién sabe, ¡ha habido ya tantas sonrisas de éstas en mis años de incursiones cesteriles entre viejos! Casi que asocias adiós con sonrisa. ¿Adiós? No, adiós no. Sea como sea o dónde sea, hasta otra. ¡Hasta otra, abuelos! ¡Hasta otra, Sheriff!

2 comentarios:

Zahara MH dijo...

¡Gracias! Es siempre un placer leer tus relatos sobre estas experiencias... Y ¡ le entra a una una nostalgia de todas esas artes semiperdidas! :)

Carlos Fontales dijo...

Semiperdidas? Semiencontradas? En ese terreno un poco turbio aparecen estos saberes y estos personajes. Es emocionante moverse por ahí y encontrárselos. Si al malcontarlo, a alguien le remueve algo, doble alegría. Así que gracias a ti, Zahara, por tu comentario.