Uno, viéndolo, sentía que se lo pasaban chachi. Y claro, envidiosón, pues se mete también a ello aun sospechando que va de torpe.
Ves por dónde van. Imitas movimientos. Dibujas sus dibujos pero no puedes evitar dejar sobre el terreno otras huellas ajenas a ondas, ajenas al juego.
Bueno, ya sabías que ibas de patoso.
Como viento, arena y mar no miden tiempo, ahí siguen jugando cuando los esclavos del reloj tenemos que marchar. En fin, les dejas tus ondas y que hagan lo que les parezca con ellas.
Días después vuelves y, mira tu por dónde, te encuentras con que las han admitido en el juego. Que están en la onda y casi que son otras más. Una alegría, vaya!
Como viento, arena y mar no miden tiempo, ahí siguen jugando cuando los esclavos del reloj tenemos que marchar. En fin, les dejas tus ondas y que hagan lo que les parezca con ellas.
Días después vuelves y, mira tu por dónde, te encuentras con que las han admitido en el juego. Que están en la onda y casi que son otras más. Una alegría, vaya!
Jueves 20 de marzo. Pasados más o menos 9 días desde las últimas fotos de ahí arriba, allí y así seguían esas onditas cesteras,
asomando apenas, haciendo bueno aquello de que menos es más.
3 comentarios:
Qué bonita colaboración con el mar!
(de torpe nada). ¿Volverás a verlo más veces y nos contarás si sigue allí y cómo?
Gracias, Casilda. Pues no sé muy bien cuándo pero, si no hay novedad, si que volveré y desde luego que me pasaré por allí a ver a qué andan esos juguetones. Contaré lo que encuentre.
Pues sí que es una alegría!
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