Pues eso, que te das tu habitual paseo
vespertino por el cerrillo que cubre las espaldas al pueblo y pum!,
pasa que te paras. A saber por qué. No importa. Te detienes. Al sol
tan sólo un resplandor rojo lo recuerda, ritual de estos días. Los
grillos a saco, como cada noche, que parece que no han cricreado en
todo el verano. Brisilla breve, avenas locas, aroma a tomillo y
pinar…., nada anormal. Nada normal. ¿Resplandor? ¿Grillos?
¿Brisa, avenas? ¿Tomillo? ¿Pinar? Se desvanecen los nombres y
sientes trenzarse algo ahí, aquí, contigo y ajeno a tí en tanto
que
Penélope desteje el mundo,
para nada.
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