Comienza a ser una costumbre, acabada la feria, el curso, de
Salt a Salás. ¡Gracias Carles! (
en bajito: Carles Alcoy es quien abre generosamente su preciosa casa para que nos reunamos a nuestras anchas unos cuantos amigotes para cestear). Pero vamos por partes. Primero vino la feria, la quinceaba ya.
Como cada año por allá nos juntamos cesteros de Cataluña, otras comunidades y otros países europeos no sólo para vender (motivo, en general, un poco secundario), sino para reencontrar amigos, mostrar trabajos y compartir novedades. Una nueva edición, gente que repite y gente que se acerca por primera vez. Interesantes ambas cosas y el trasiego que eso supone de experiencias, conocimientos y enriquecimiento del oficio.
También, desde hace ya unos años, la exposición: este año una magnífica muestra de la cestería colombiana, y el certamen Rosé Albó con sus dos categorías: cestería tradicional y de nuevo diseño.
El premio a la primera modalidad lo recibió Philippe Chastenet, con un impecable cesto de mimbre de rigurosa hechura francesa. El de nuevo diseño tenía un motivo al que debían responder los trabajos: “El camino”, y con un colgante camino de mimbre coloreado Tim Johnson se llevó el galardón.
Y nos largamos para Salás. Once personas. El curso propuesto para esta año era de láminas de madera y me invitaron a mi a darlo, ¡un placer! No había tiempo para preparar material así que la madera ya nos la había facilitado el amigo Dani desde Cáceres. Aún así, hicímos una escapadilla al monte y cortamos unos pocos palos de avellano que después rajamos y demás para que al menos se viera de qué iba la cosa. Enseñar a quien sabe pero quiere aprender más es muy relajado y si encima son amigos pues para qué contar, los cestos quedaron imprsionantes.
En fín, tres o cuatro días de convivencia y una gran alegría comprobar que en este mundo aún se pueden hacer cosas 'fuera de la ley' (entiendase, la ley del aburrimiento que es hacer lo que se supone y por todas partes se dice que hay que hacer).