Venía de largo. Hace como un año, Marie, una estudiante de cestería de la escuela de Lichtenfels (Alemania) con la que ya había trabajado por allá, me escribía diciéndome que quería venir a Caballar una temporada para aprender cestería tradicional española. Siguió el carteo y fijamos fechas para este mes de mayo. Bettina, su madre y estudiante también de cestería en aquélla escuela, acabó viniendo con ella y participando en el taller.
Han sido tres semanas en las que hemos dado un importante repaso a algunas de las técnicas y materiales empleados en la cestería de los pueblos del país. Pero algo más que eso, profundizar en ese mundo no podía quedarse únicamente en el aspecto cestero y caer con ello en el error de entender esta actividad como un quehacer aislado del resto de las faenas diarias: la cestería popular ha sido, generalmente, una labor de campesinos y pescadores que producían cestos u otros objetos cesteros como otra más de las labores necesarias para su vida. Así que, sin apenas darnos cuenta, el estudio nos fue conduciendo a un tipo de cotidianidad en la que el entorno no sólo era el proveedor de algunos de los materiales empleados y pasear o preparar comidas acciones desentendidas de la propia tejeduría.
Más aún, si comunes y públicas eran las técnicas que aprendíamos o las cestas en que se concretaban, la calle, con el trajín de los pocos vecinos que de vez en cuando la transitan, y la asidua presencia de mi vecino Julio, sus gatos o Cuca, la perra de la casa, se convirtió frecuentemente en nuestro lugar de trabajo, acercándonos así a otra de las constantes de la cestería popular, su fabricación en ámbitos públicos o que facilitan la reunión: corrillos, en definitiva, en los que el tejer de las manos va descubriendo la lógica que recorre las técnicas cesteras y, el 'destejerse' de la lengua, la lógica y sentimientos comunes a cualquier hablante.
Mantener este ritmo durante unas semanas no es algo que ocurra con frecuencia pues los talleres suelen durar menos tiempo y con horarios definidos. Pero encuentro que este tipo de experiencias 'largas' y que incluyen convivencia diaria, facilitan el que salgan al descubierto algunos de los engranajes comunes a la mecanicidad del tejido, la palabra o las manos que normalmente se nos escapan y permanecen ocultos, cegados, como solemos estar, por lo más superficial de la actividad: los cestos o piezas creadas.
Pasando ahora a los aspectos más concretos, os cuento algunas de las técnicas y cestos que estudiamos durante estos días a partir de los materiales más empleados en la Península Ibérica.
Cestería de varas
- Cabazos del Barbanza (Galicia). Cestos elaborados sobre mesado cuya particularidad es que se comienzan por la boca y se terminan por la base, al contrario de lo habitual.
- Cestas de setas (Cataluña). Mimbre y caña como materiales y el fondo 'cul de queixal' tradicional de aquellas tierras.
- Cestas tejidas con malla triangular. Esta técnica es tradicional entre los pescadores de muchos de los pueblos costeros del Mediterraneo.
Cestería de esparto
- Punto de cofín. Técnica de trenzado continuo en que los ramales sirven como anclaje de cada una de las consecutivas vueltas que componen la pieza.
- Pleita. La reina de las técnicas de esparto. En este caso trenzamos una de 11 ramales con la que elaboramos una panera.
- Cestillas y salvamanteles cosidos con recincho de 5 ramales de esparto picado.
- Escobillas en técnica de nudo de alondra.
- Punto de garbanzo.
Cestería de paja
- Cesta en técnica de cosido en espiral.
- Trenza de picos.
Cestería de madera rajada
- Proceso completo de obtención del material. Corte de palos en el monte. Calentado de madera. Rajado. Cepillado.
- Fabricación de cestas siguiendo técnicas distintas.
Cestería mixta
- Técnica muy habitual en la cestería de Galicia que combina madera rajada con varas.
Cestería de juncos y cortezas
- Los últimos días los dedicamos a trabajar técnicas y materiales ausentes o no demasiado presentes en la cestería del país pero en las que estaban interesadas Marie y Bettina: la obtención de cortezas y su empleo en la técnica de molinillo, por un lado, el punto llamado 'Burkina', que lo trabajamos con juncos, o las alpargatas japonesas 'zori' hechas con esparto.
Fotografías, recuerdos, palabras que se empeñan en asegurar que lo vivido no fue un sueño, como si soñar no fuese vivir o al menos ese vivir que llaman 'real'. Pero por si acaso y 'la vida es sueño', como aseguran otros, sigamos soñando para vivir.