SEICA ESTAMOS DOUS NO MUNDO (Parece que estamos dos en el mundo)
Conocí a Antonio Yáñez, el cestero cuyo reportaje presento ahora (https://vimeo.com/204613699), a mediados de los años noventa durante un viaje a la Sierra del Caurel (Lugo) y gracias a que alguien me habló de él. Desde entonces y hasta que cambié mi residencia de Galicia a Caballar (Segovia), hace unos 5 años, nuestra relación fue continua y de una gran amistad (esto, sigue siéndolo). Considero a Antonio como el mayor maestro que he tenido en la cestería de láminas de madera y para mi eso es un gran honor porque su conocimiento y pulcritud en estas faenas son admirables. Compartir con él las salidas a buscar material; pasar tantas horas cociendo la madera, rajándola, tejiéndola, embobándome en la precisión del ritmo que acompasaba toda su actividad son cosas que se han grabado en no sé que entretelas de mis manos y que resurgen, para mi propia sorpresa, cada vez que me pongo a hacer una cesta de las que aprendí con él. Probablemente sea que la imitación gestual habita lugares mucho más profundos que los de la voluntad y todo eso que llaman 'facultades superiores'.
Antonio merecería un gran relato que contara, entre otras muchas cosas, las actividades que realizó en su juventud: además de cestero fue trampero -dedicándose a cazar animales en el monte para vender sus pieles-, techador de palleiros, matarife de animales de granja, obrero en Gijón,... y otras muchas cosas más. Solitario aunque no insociable, nunca se casó. Tan sólo en una ocasión estuvo en vías de hacerlo pero descubrín que ela andaba con outros homes cando eu non estaba e deixeina. A min eso non me vai, me contó sin que en sus palabras hubiera el menor atisbo de pejilguerias morales, ese temeroso escudo que han creado los hombres contra cualquier pensamiento o sentimiento desmandado.
Resulta interesante comparar esta filmación con la que hace unos meses publiqué sobre Pepe López, otro cestero de la misma sierra del Caurel. Se apreciará algo muy propio de la cestería popular: cómo, aun tratándose de el mismo tipo de cestería y del mismo area geográfica, cada artesano tiene sus propias peculiaridades a la hora de trabajar siendo también los resultados algo diferentes.
A la hora de montar este vídeo no quise que el tiempo fuese un impedimento sino más bien un aliado que, desentendiéndose de sí mismo, dejase espacio para el tránsito de cosas más propias de la actividad tal como la viví con Antonio y que no se miden en horas, minutos o días: la humedad verde del bosque donde, sin prisas, acechar los avellanos y darles caza. El aroma de madera cocida en la oscura y ennegrecida lareira en la que toda la vida él y sus hermanos habían trabajado; husmear su humo, su soledad. Tejer los cestos entre las ristras de maíz que colgaban del techo de su tallercillo en tanto que las cabras del vecino pasaban por la puerta como otros compañeros de vida y muerte más. Cruzarte con una mirada que te ve de soslayo, te sonríe y una vez reposada abre conversación:
- Ai que condenado de Carlos, canto traballo me das.
- Douche moito traballo, Antonio?
- E ojalá me sigas dando muitos anos.
- Y eso?
- Pois, seica estamos dous no mundo.
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Hace 1 año