Y tras Cerdeira y el mimbre, vino Dalhausen con el curso de esparto y la expo
"Más que cestos. Cestería popular española", que se
inauguró en Holanda ya va para tres años y continúa rulando por otros países europeos (parece que hay más interés en ella por ahí que en España, donde, como tal, sólo se ha exhibido en Albacete).
De la primera experiencia ya hice referencia en este blog a través de una
entrada anterior.
En Dalhausen, lo primero, agradecer a Hansgert y Ursula su hospitalidad y elogiar su proyecto con respecto al
museo que coordinan y sus intentos por reavivar la cestería en una villa donde este oficio fue toda una 'industria' hasta hace unas decenas de años.
La labor de esparto no es precisamente de las más sencillas, así que, pese a que entre los estudiantes que asistieron al curso había una buena parte de cesteros consolidaos en el mundo del mimbre, costó cambiar el chip y comenzar a desenvolverse en este nuevo arte.
También hay que decir que, iniciarse en él a través del recincho de seis ramales se las trae. Tras lo que podríamos llamar la 'tortura' de los primeros ratos en que la gente no daba pie con bola, vino la relajación de empezar a entenderlo y la decisión, una vez entendido, de pasarnos al recincho sencillo o de tres ramales para intentar, ahí si, no sólo aprender sino conseguir terminar alguna pieza. El esparto, normalmente, no sólo es complicadillo, también lento, y el recincho de seis no te quiero ni contar. (No pretendo desanimar a nadie con estos comentarios, la cestería de esparto es fantástica, pero tampoco se trata de endulzar las cosas porque sí).
La expo permanecerá en Dalhausen hasta mediados de setiembre y de allí irá a Lichtenfels para ser exhibida en la escuela nacional de cestería de Alemania durante un tiempo. Como en otras ocasiones, ha sido muy interesante ver y escuchar las reacciones que provoca una muestra en la que el protagonismo lo tiene la cestería más olvidada y desconocida por la mayoría del publico, es decir, aquella realizada por labradores, pastores, pescadores,..., gentes, en definitiva, no profesionales en la materia y que casi siempre elaboraban estas piezas para su uso particular o el del entorno sin ningún animo de lucro. Da la sensación, entre otras cosas, de que muchos de los que recorren lo expuesto parecieran reencontrarse con algo recóndito y almacenado en un lugar más hondo que el de su memoria particular.
Y finalizada la cosa, vuelves.
Ahí atrás quedaron unas cuantas manos tejiendo mimbre en Portugal, te dices. Menos atrás, otras trenzando esparto en Alemania. Te toca volver, pero, ¿adónde? Das por hecho que eres tu quien pasa por las cosas o los lugares hasta que te percatas de que no es verdad. Que más bien parece que es algo similar a lo de asomarse a la ventanilla de un tren, que las cosas pasan por ti, sea ese 'ti' quien sea y sea ese pasar lo que venga e ser.
Es la vuelta, y regresan las sonrisas de los amigos desfilando como los árboles del campo de allá o más allá del tren. Vuelves tu mismo también a pasar ante ti como lo hacen las nubes sobre ese cielo sin dueño ni final.