Un pueblecillo castellano mañaneando al sol de noviembre. Un grupo de vecinos a los que enseñas a hacer un cesto como los que hacían sus abuelos. Aún quedan algunas mimbreras junto al riachuelo, las recuperarán, dicen, y volverán a hacer canastos para la vendimia, la huerta, las setas. Te sientes devolviendo algo a alguien, un conocimiento útil que, asentado largo tiempo entre sus casas, patios, manos y campos, un fogonazo de luz vana desterró.
Te bebiste copa, tomaste soleta y, a la vuelta del mundo 'cestero', no hay respuesta. Ni pregunta. Solo, un pueblecillo castellano mañaneando al sol de noviembre.
Nota: Durante este mes que termina he impartido algunos cursos en varios pueblos de la provincia de Burgos. Hacía bastantes años que no enseñaba cestería por lugares así, si bien, en los años ´90, realicé muchos talleres de este tipo por Galicia. Acababa entonces de 'beberme la copa' cestera y recorrer pueblos enseñando fue mi bautizo. 'Tomé soleta', sin pretenderlo, y los azares me condujeron a otras tierras, otros países y por otros horizontes que no se limitaban a la enseñanza del oficio. A veces, hay experiencias que te pillan por sorpresa y despiertan sensaciones inesperadas. Esta 'vuelta', ha sido una de ellas.