La hoz no distingue, corta cuanta mata entra en su cerco mortal. Centeno y hierbas van sucumbiendo al ritmo que impone a la mano la herramienta y, tajo a tajo, apenas queda planta en el campo en pié .
Estos días de atrás tocó siega. Hubo suerte, este año un vecino había sembrado un terreno con centeno del antiguo, del de paja alta (no estas variedades que se cultivan ahora mayoritariamente cuyo tallo, corto y quebradizo, apenas sirve para nada) y, antes de que la despiadada cosechadora destrozara todo, corrimos a segar unos cuantos haces. Desgranado, duerme ahora en un antiguo pajar ajeno a cualquier plan. De eso, de los planes, nos encargamos los especialistas en ellos, estos monos pelones que, vaya usted a saber si por miedo a vivir cada día sin más, matamos el de hoy planeando el de mañana.
Y claro, cómo no iba a ser uno un hombrecito como los demás y tener sus planes! Pues, para esa paja de centeno, cantimploritas. Por ejemplo. Es decir, programar (vuelta a lo mismo!) un curso este otoño en el que los estudiantes realicen una de esas bonitas cantimploras castellanas de paja y mimbre en las que pastores y campesinos llevaban el vino o el agua al campo.
Consciente de mi pecado, me limito a proponer el proyecto muy vagamente, sin fechas, sin mucha seguridad. Y no es que lo haga así esperando redención por ello, no, seguramente que sólo es producto de la pereza que le dan a uno el futuro y sus planes.
Analisi della società del benessere
Hace 1 año