Aquel atinado comentario lo habían hecho Inma y Pepi, dos de las hijas del Sr. Manuel que participaban en el curso que allí realizábamos. En un intento de que el saber no se perdiera y algunos vecinos del pueblo aprendiesen a fabricar aquel bandejón, el consistorio me invitó a impartir un taller y ambas se apuntaron. Por fin se cumplía un deseo que su padre no había podido o sabido concederles: Papá era muy especial y bueno en todo, lo único que no tenía era paciencia. Contigo, no sabemos por qué, sí que la tuvo. Cuando le preguntábamos, nos respondía: Me ha caído bien ese chiquet.
Te desnudas y tumbas en la playa. En la orilla, un niño lanza su balón al agua y espera que las olitas se lo devuelvan. Una y otra vez. Las misteriosas hondas de aquella espiral sarandera te habían llevado y traído consigo fugazmente. Ahora, sientes, se desprenden de ti. Uno tras otro van haciéndolo todos tus amorcitos, te dices. Al lado, un castillo de arena cede al delicado sabor de deshacerse.
* Ya en otras ocasiones he ido refiriendo en este blog las distintas vicisitudes por las que fue transcurriendo este deambular por la saranda. Aquí, los enlaces por orden de publicación: Vivico de caldero! ; Vuelta a la saranda ; Saranda-Salt-Salás ; Suspiro ; Chapeau! ; Saranda. Conferencia y homenaje
2 comentarios:
Precioso todo! un lujo estar en esas clases
Saludos desde Italia
Eli
Me alegro de que te guste y confío en que puedas venir a alguno de los cursos.
Saludos
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