martes, 18 de junio de 2019

500 juncos y una espiral

Recoge quinientos juncos y cuando los tengas me llamas. Había convencido al Sr. Manuel de que me enseñara a hacer una saranda y aquella frase suya funcionó como soplo que te lanza a una espiral insospechada. Sorpresas ya a la primera voltereta: ni el esperaba que yo los recogiera, ni yo que tal cantidad de juncos fuese innecesaria. Seguro que te dijo eso para echarte para atrás, pero como los arrancaste... La espiral te colocaba descolocándote a cada nuevo giro llegando a conformar una saranda de acontecimientos* que desembocaba ahora -unas semanas antes de escribir esto- en el aula de cultura del Ayuntamiento de Guardamar.
Aquel atinado comentario lo habían hecho Inma y Pepi, dos de las hijas del Sr. Manuel que participaban en el curso que allí realizábamos. En un intento de que el saber no se perdiera y algunos vecinos del pueblo aprendiesen a fabricar aquel bandejón, el consistorio me invitó a impartir un taller y ambas se apuntaron. Por fin se cumplía un deseo que su padre no había podido o sabido concederles: Papá era muy especial y bueno en todo, lo único que no tenía era paciencia. Contigo, no sabemos por qué, sí que la tuvo. Cuando le preguntábamos, nos respondía: Me ha caído bien ese chiquet.

Aquella gracia se había revuelto para caer ahora sobre ellas y sobre el grupo que allí se había reunido: de Guardamar partió la saranda y a Guardamar retornaba. ¿Simulaba aquella espiral cerrarse en círculo con esta vuelta sobre si? ¿Lo hacía sólo por jugar a reproducirse en muchas otras? Quién sabe, quién alcanza a saber a qué obedece el giro de esa curva infiel que siempre vuelve sobre si para nunca ser la misma.
Te desnudas y tumbas en la playa. En la orilla, un niño lanza su balón al agua y espera que las olitas se lo devuelvan. Una y otra vez. Las misteriosas hondas de aquella espiral sarandera te habían llevado y traído consigo fugazmente. Ahora, sientes, se desprenden de ti. Uno tras otro van haciéndolo todos tus amorcitos, te dices. Al lado, un castillo de arena cede al delicado sabor de deshacerse.

* Ya en otras ocasiones he ido refiriendo en este blog las distintas vicisitudes por las que fue transcurriendo este deambular por la saranda. Aquí, los enlaces por orden de publicación: Vivico de caldero! ;  Vuelta a la saranda ; Saranda-Salt-Salás ; Suspiro ; Chapeau! ; Saranda. Conferencia y homenaje

2 comentarios:

Eli R. dijo...

Precioso todo! un lujo estar en esas clases

Saludos desde Italia
Eli

Carlos Fontales dijo...

Me alegro de que te guste y confío en que puedas venir a alguno de los cursos.
Saludos