Un mundo de resquicios, este de las fibras vegetales. Abuelos por pueblos perdidos que aún hacen o saben hacer
cestos. Anónimos de cualquier edad que, acá o allá, continúan tejiendo manos y
plantas ajenos a lo mandao. Desapercibidos comercios en las ciudades que
ofrecen todavía algo que sabe a rescoldo de vida buena. Casi nada, lucecitas de
abismo en un mundo de colorines y asepsia empeñado en hacernos creer que no hay
otros y que, además, es el mejor de los posibles, como si no saltara a la vista que único y posible son sinónimos de lo peor.
La espartería de Juan Sánchez es uno de esos pocos rincones de
Madrid que se resisten a la balumba del postureo y el sucedáneo, un lugar donde podemos
encontrar no sólo esparto, sino cuerdas de cáñamo o pita, mimbre, anea,
rejilla, cestos, bastones,…Me cuenta Juan que fue su abuelo -un hombre inquieto
que entre otras cosas anduvo por Francia de minero- quien, en el año 27 del
siglo pasado, abrió el negocio por el barrio de Urgel. Más tarde, su padre, después de recalar por la zona de
Quevedo, ‘paseó’ la tienda por la calle Cuchilleros y la Cava Baja, donde
estuvo 20 años. Con la jubilación de aquél, nuestro amigo se hizo cargo de la
espartería y hace tres la trasladó a la calle Mediodía Grande 3 de donde, me
asegura, no hay ninguna intención de volver a moverla.
¿El público que acude aquí? Pues, desde la abuela que viene a comprar una cuerda para tender la ropa o el viejo que necesita una garrota, hasta el decorador, el gimnasta, el productor de películas históricas o el despistado que aún necesita un poco de esparto para hacerse una pleita. Pero eso no es suficiente, el negocio hace unos años se hundía y hubo que echar mano de internet. “Cándidos como palomas y astutos como serpientes”, recomendaban en la Biblia, y es algo que no viene mal recordar. Actualmente, Juan obtiene más de la mitad de sus ingresos por esa vía y, gracias a la red, la dificultad que supone para mucha gente encontrar en el mercado este tipo de materiales queda solucionada.
Y siempre quedan cosas por hacer. Llevábamos tiempo hablando de proponer algún curso de cestería en el local hasta que finalmente nos decidimos por fijarle fecha. Lo celebramos el pasado viernes 2 de febrero y pocas veces, especialmente en una metrópoli como ésta, se puede encontrar uno con un espacio tan adecuado para aprender a hacer escobillas de esparto como una espartería. Los anacronismos se juntaron y nos dimos el gustazo de formar un corro espartero en el corazón de Madrid.
¿El público que acude aquí? Pues, desde la abuela que viene a comprar una cuerda para tender la ropa o el viejo que necesita una garrota, hasta el decorador, el gimnasta, el productor de películas históricas o el despistado que aún necesita un poco de esparto para hacerse una pleita. Pero eso no es suficiente, el negocio hace unos años se hundía y hubo que echar mano de internet. “Cándidos como palomas y astutos como serpientes”, recomendaban en la Biblia, y es algo que no viene mal recordar. Actualmente, Juan obtiene más de la mitad de sus ingresos por esa vía y, gracias a la red, la dificultad que supone para mucha gente encontrar en el mercado este tipo de materiales queda solucionada.
Y siempre quedan cosas por hacer. Llevábamos tiempo hablando de proponer algún curso de cestería en el local hasta que finalmente nos decidimos por fijarle fecha. Lo celebramos el pasado viernes 2 de febrero y pocas veces, especialmente en una metrópoli como ésta, se puede encontrar uno con un espacio tan adecuado para aprender a hacer escobillas de esparto como una espartería. Los anacronismos se juntaron y nos dimos el gustazo de formar un corro espartero en el corazón de Madrid.
2 comentarios:
Además es un tío genial y gran amigo de sus amigos
que bueno que sigan manteniéndose estas costumbres
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