Te tienta tanto que no te resistes al rabioso rojo de los sauquillos. Ahora, ya, por ese bermellón arrebatado, recoges unos tallos antes de que se marchiten. Ves cómo se va, de un día para otro, desvaneciendo su grito en un rincón de la memoria del taller. Te detienes, los tanteas, sientes cómo ceden, cuánto, en qué momento se quiebran sus cuerpos, hasta dónde de si dan. Tejes, sin más. ¿Conseguirá un artificio revivir lo que se va? ¿Provocar tal vez que hiera más? Ah!, que hicieran los bermejos tallos de un cesto la paz de los muertos estallar.
2 comentarios:
AH, QUE BELLO EL BERMELLO. Y EL QUEJIDO DEL TEJIDO QUE ENTRE LOS DEDOS SE DESVANECE, PARA QUE NAZCA UN CESTO O CUALQUIER OTRA COSA QUE SE TE OCURRA. SIGAMOS COMPARTIENDO EL PLANETA, NO SE PLANTEA OTRA.
Gracias por tu comentario.
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