CULTIVAR CULTURAS: ECOLOGÍAS DEL LÚPULO es un proyecto desarrollado por Susana Cámara y su equipo en Carrizo de la Ribera (León). La intención es encontrar posibilidades de uso a los materiales de desecho (ramaje, cuerdas, etc.) generados por el cultivo del lúpulo, muy extendido en estas tierras y del que, hasta ahora, solo se aprovecha la flor para la elaboración de cerveza. La implicación de la gente del pueblo es premisa fundamental del proyecto y su respuesta ha sido extraordinaria en las distintas acciones propuestas: elaboración de papel y creación de máscaras, tintes textiles, cestería. Fue en esta última donde se me invitó a participar y llevamos a cabo el sábado pasado. Su objetivo era la creación, a partir del ramaje del lúpulo y las cuerdas que se emplean en su atado, de piezas que, junto a las conseguidas en los anteriores talleres, pudieran emplearse en la creación de nuevos personajes del Antruejo, carnaval de mucha tradición en Carrizo. Como no sabíamos de experiencias previas del uso del lúpulo en la elaboración de cestería mi propuesta fue enseñar a los participantes un par de técnicas muy sencillas y a partir de ellas que fuesen ellos los que creasen los objetos que se les fuesen ocurriendo sobre la marcha. Dicho y hecho: tras unas primeras indicaciones, los treinta y tantos participantes se pusieron manos a la obra quedando mi función únicamente en precisar las técnicas a quien encontrara alguna dificultad. Rosetones, sombreros, cestos, objetos acabados o sin acabar –se trataba de experimentar y eso carecía de importancia- fueron surgiendo de entre las manos de la gente y al final del día teníamos un montón de piezas con las que, de primeras, realizamos una composición un poco aleatoria en el suelo. Posteriormente y a modo de juego, junto con algunas de las telas teñidas y máscaras elaboradas en talleres previos, los participantes crearon un ‘personaje’ del Antruejo cuyo aspecto grotesco en nada tenía que envidiar a los tradicionales. Los resultados finales se verán los días del carnaval y para ello animo a acudir en esas fechas a Carrizo de la Ribera.
DE ARTESANÍA Y DISEÑO
Es ya un mantra (por no decir un tostón) caído de las alturas la insistencia en promover la colaboración entre diseñadores y artesanos (cesteros en nuestro caso) a fin de crear nuevos objetos y, como dicen, asegurar así el futuro de la artesanía. Sin detenerme a comentar la mortal fantasmagoría que supone asegurar o prever el futuro de cualquier cosa en la vida, sí que hay una cuestión en la que pienso que merece la pena pararse un momento. La idea diseñador-cestero tiene como objetivo vender productos, es decir, adecuarlos para ser introducidos en un mercado que cada día necesita cosas nuevas, sean o no útiles (mayormente esto último), para sobrevivir. Esa es una forma de entender la cestería y de pensar que es la indicada para que no desaparezca. Mano de obra barata para la producción generalizada y de expertos más o menos finos, con nombre y mejor pagados para la cestería de ‘elite’, se complementan para servir a tal fin.
Por otro lado, experiencias como la de Carrizo, le recuerdan a uno que esa cestería no es la única. Es más, que está en guerra con otra, aquella que ha venido desarrollándose desde tiempos inmemoriales como una sabiduría y actividad popular que descubre técnicas, materiales y produce objetos útiles y bellos (si es que una cosa y otra son diferentes) sin supeditarse a criterios económicos, al menos como éstos se entienden en la actualidad cuyo único objetivo es mover dinero. Una cestería anónima que no distingue entre cestero y diseñador, y que le ha arrebatado de las manos a la gente común y corriente la imposición de un mundo concebido como un mercado en el que sólo lo que responde a ese criterio tiene sentido.
Pues bien, en estos intentos de devolver al pueblo lo que es suyo (es decir, de nadie, por cuanto el verdadero pueblo es anónimo) contra la obcecación en convertirlo en mera mercancía, se puede observar cómo, al caer de nuevo sobre sus manos, renace la inventiva (eso que ahora llaman creatividad) más arrebatadora, la que surge del propio tejer, y se hacen vigentes para éste y cualquier tiempo aquellas palabras de Soetsu Yanagi* cuando hablaba de los antiguos artesanos populares: No eran artistas que trabajaran para sí, sino gente ordinaria, parte indistinguible de la masa. ¿Qué nos dice el hecho de que objetos tan sumamente bellos procedan del pueblo? Que, en el pasado, la belleza era compartida por todos y no era prerrogativa de unos pocos….El mundo de la artesanía popular es un mundo de libertad.
Es ahí, entre el pueblo anónimo, donde verdaderamente ha vivido, vive y puede continuar viviendo libre la cestería, lo demás, en mayor o menor medida, sólo sirve para la esclavitud de ambos.
*La belleza de lo cotidiano. Soetsu Yanagi.
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