domingo, 3 de junio de 2018

Lichtenfels, Caballar, Ibi.

El pasado setiembre volví (ya había sido invitado anteriormente en alguna ocasión) a Lichtenfels (Alemania) para realizar una instalación de mimbre con mi amigo y colega Joan Farré. En esa ciudad se encuentra la escuela nacional de cestería alemana, institución donde en su momento impartí algunos cursos. Estando trabajando con Joan esos días, un grupo de estudiantes se acercaba a menudo a nosotros para interesarse por lo que hacíamos y conversar sobre particularidades del oficio. Entre otras cosas nos comentaron su interés por la cestería popular española y en particular por la de esparto, unas especialidades que en aquella escuela no se imparten. Me preguntaron sobre la posibilidad de juntarse algunos y venir a Caballar unos días a aprender algo de esa cestería. Sin ninguna objeción por mi parte fue dicho y hecho: organizaron el grupo, acordamos las fechas y la semana pasada vinieron a casa para realizar el cursillo.
Cestería de mimbre, -con las técnicas de 'nasa mediterránea', 'zarzo' asturiano y 'cul de queixal' catalán-, y de esparto -con las tres variantes que conozco del 'recincho' (tres, cinco y seis ramales)-, fueron los temas del taller. Sorprendente el interés y la dedicación de las cuatro estudiantes (amigas, ya) hacia estas artes, sobre todo si tenemos en cuenta la lentitud, dificultad y mecánica especialmente repetitiva de las técnicas de esparto;
se me ocurre pensar que en algo habrá ayudado el disfrute de trabajar en la puerta de casa con la compañía de las golondrinas y la de mi vecino Julio, que con nosotros se sentaba a charlar recordando el alemán que aprendió en sus tiempos de emigrante. Abierta queda la intención de continuar con estas experiencias en años posteriores estableciendo, a ser posible, una colaboración con la propia escuela de Lichtenfels.

Sin apenas interrupción, tras el curso de Caballar me fui a Ibi (Alicante) para participar en las Jornadas sobre fibras vegetales invitado por el Museo de la Biodiversidad que era quien las organizaba. Se trataba de dar una charla sobre cestería popular española y realizar un taller de construcción de cabañas de mimbre con niños. Fantástica la exposición sobre cestería en general que había preparado el museo y en la que me volví a cruzar con ese salero que tan prendado me tiene.
De nuevo tuve la oportunidad de encontrarme con un montón de buenos amigos y comprobar cómo el corro espartero aumenta cada año tanto en número como en entusiasmo. Allí estaban los grupos de Albacete, Alicante y el propio de Ibi reunidos en torno a unas mañas de esparto compartiendo informaciones, enseñanzas, cariño e interés tanto entre ellos mismos como hacia cualquiera que se acercase y lo demandara.
De vuelta a casa la radio te machaca, otra vez, con las inmundicias de la política que hacen los políticos que hacen la política que hacen los políticos, es decir, administrar muerte sobre cualquier cosa que toque. Contrastan sus tejemanejes con las experiencias que acabas de vivir: fraternidad sincera (es decir, no premeditada) y común acuerdo para organizar lo que se presente gracias a la brecha que, a través de la podredumbre que de continuo nos cae de arriba, inesperadamente consigue abrirse paso entre la gente común y corriente en ocasiones como las comentadas. Relámpagos en la noche tan sólo, dirá alguien. Quizás, pero nos recuerdan que hay luz.

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