Tal vez estos pececillos reunidos de tarde intentan explicarse el mundo sin percatarse de que están encerrados en un estanque. Del mismo modo hacemos nosotros sin caer en la cuenta de que estamos presos en esa pecera llamada realidad.
Y al caer la noche, otro viejo contenedor de mimbre desahuciado quizás esté comentando su vida a un joven semejante de plástico.
- Mis mimbres nacieron en campos lejanos. Crecieron alimentados de tierra, y sol, y vientos, y luna...
- Batallitas de viejo... ¡Te llegó la hora, abuelo! -repleto de arrogancia balbuceará para si el grandón-.
Adelantándose al camión de la basura un tipo desarrapao pilla al vuelo al baulito y se lo lleva, al tiempo que el vecino de plástico presumo que le anunciaba: De ésta no te salva ni Dios.
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