martes, 7 de junio de 2016

Recinchos

Ando estos días describiendo las técnicas de cestería de esparto para incluirlas en un libro que, si no agoto la paciencia de mis compañeros, publicaremos conjuntamente José Fajardo, Jesús Quintero, Alonso Verde y el menda.
Toca el recincho, una técnica muy extendida por el sudeste peninsular, y comienzo por el más elemental de los tipos que conozco: el de tres ramales.
Relativamente sencillo, responde a la idea de una trenza que aparca uno de sus cabos -a fin de que le sirva de anclaje a la siguiente vuelta de espiral que se va trazando- y lo remplaza por otro nuevo para poder continuar trenzando. Añadir, a su vez, un esparto extra al ramal sustitutorio a fin de ir renovando los espartos que lo compone, no es más que otro paso en una técnica que rebosa lógica.
Descrito (con fotos y dibujos, claro) el de tres, paso al recincho de cinco ramales.
Aquí, la razón de cada paso es más exigente que en el de tres. Su complejidad también. Aprender esta técnica no es demasiado fácil, explicarla menos. La belleza plástica de su matemática y la tentación por averiguar cómo describirla te ayudan a romper con la pereza de hacerlo.
Y si el de cinco ramales mandaba carallo, que diría un gallego, el de seis es la recona, por seguir galleguizando.
¿Cabía más exigencia en la precisión y orden de cada paso? Pues parece que sí, y también más complejidad. Pertrechado de paciencia y cariño te pones al tajo pensando, eso sí, que quién te manda a ti meterte en estos berenjenales. Es entonces cuando reparas en que tal vez te ha seducido a ello algo parecido a lo que lo hizo con quien o quienes desarrollaron estas técnicas, porque ¿qué necesidad tenían de eso cuando el recincho de tres ramales servía perfectamente para elaborar las piezas de que hubieran menester? Tanto el de cinco como el de seis, hasta donde mis mientes alcanzan, no suponen una mejora práctica para ningún producto y sí mucho de dificultad y lentitud de ejecución. ¿Son gratuitos? Algo así podría decirse. Y hermosos, desde luego, pero prescindibles. ¿Entonces? ¿Será que la hermosura no es prescincible? ¿Ni lo gratuito? ¿Ni el placer por descubrir?

2 comentarios:

Natural dijo...

Superinteresante, como todos tus talleres. Gracias Carlos.

Carlos Fontales dijo...

A ti por prestarles atención. Saludos.