“El Sheriff” y “el Comisario”,
dos niños que jugaban hace unos 70 años por las huertas de estas tierras al sur de Alicante. Se llamaban así entre ellos y con ese
apodo se quedaron.
- No tengo ropa de civil, se la di a
 los de Cáritas pa' gentecica que la necesite. Yo siempre voy
 vestido así porque ando por el campo escondío con los
 prismáticos, vigilando pa´que no quemen los pinos.
-¡Menuda valla de cañas que tiene
 rodeando su finquilla!
- La hice yo. Antes hacía muchas
 cosas con las cañas. Barracas pa´la gente que me las encargaba.
 Con su  tejao y to´. Ven, pasa. Aquí vivo yo, en esta casica.
- ¡Qué colores tan bonitos le ha
 puesto!
- Son de pintura de barcos. Estuve
 trabajando en un mercante holandés y cuando iban a tirar los restos
 de  pinturas que les sobraban yo las pedía y así pintaba mi casa.
 Este es mi patio. La casa grande se ha
 he dejao a ese matrimonio que cuida de mi. La otra de al lao es la
 de  mi hijo. Se fué. Cuando murió mi mujer mis hijos me
 abandonaron. Pero este matrimonio me cuida muy  bien, antes tenía
 que tomar 20 pastillas al día y ahora ya sólo tomo dos..., tengo mal
 dormir.
- Vaya. Bueno, me alegro de que
 ahora esté mejor.
 Y esas cuerdas que tiene ahí de
 esparto, ¿también las hizo usted?
- Si, claro, son pa´las escobas.
 Cojo el esparto por ese cerrico de ahí arriba.
- ¡Ah! O sea, ¿que usted también
 hace escobas?
- Ahora, de vez en cuando, pero,
 ¡uh, las que habré hecho! Antes no había cepillos de plástico y la
 gente  usaba estas.
- Que son de palmito, ¿no?
- De palmito. Cojo los palmitos, los
 seco un poco, no mucho, y luego ato los doce pares -porque las  escobas se hacen con doce pares de palmitos- con esa cuerda de
 esparto que sujeto en una ventana pa´  tenerla tensa...
- ¡Jó!, ya me gustaría ver
 cómo las hace. Y tirarle algunas fotos en la faena. ¿A usted
 le importaría?
- ¡No, qué va! Vente mañana si
 quieres.
- ¿Si? ¡Qué bien! ¿Y quién le
 enseñó a usted a hacerlas?
- Mi padre. Y cuando llegaban los
 domingos preparaba todo y hacía unas cuantas pa´ luego venderlas.
 Ven,  que veas una que aún tengo por aquí. Mira, ésta tendrá mas
 de diez años y ahí sigue. Si se hacen bien duran  mucho.
- Pues, qué ganas de verle a usted
 hacerlas. ¿Quedamos mañana, entonces? O, si no le viene bien
 mañana, otro día, que yo andaré por esta zona tres o cuatro días
 más.
- Sí, vale, vienes mañana...
 Bueno, mejor en otra ocasión que tu vengas por aquí, porque
 pa´mañana no da   tiempo a preparar los palmitos bien. Esos que
 tengo ahí están ya mu secos y viejos. Y yo quiero que te  lleves
 dos escobas bien hechas pa´que las puedas enseñar por ahí.
- Claro, claro, como usted diga, y
 además se las pago.
- No, no. ¡Qué vas a pagar! Te las
 llevas y las enseñas por ahí.
- Ya. Bueno, pues quedamos entonces
 para la primavera, porque antes no creo que pueda venir.
- ¡!
 ¡Si no me he muerto pa´ entonces!
- ¡Qué dice, hombre! !No se puede
 usted morir..., que tiene que enseñarme a hacer las escobas!
- ¡Valeee!
 
 
 
2 comentarios:
¡Gracias! Es siempre un placer leer tus relatos sobre estas experiencias... Y ¡ le entra a una una nostalgia de todas esas artes semiperdidas! :)
Semiperdidas? Semiencontradas? En ese terreno un poco turbio aparecen estos saberes y estos personajes. Es emocionante moverse por ahí y encontrárselos. Si al malcontarlo, a alguien le remueve algo, doble alegría. Así que gracias a ti, Zahara, por tu comentario.
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