Ésta va de vallas en Valladolid, que era de lo que trató el curso que la semana pasada tuvimos organizado por CEARCAL. Y ¡vaya la que montamos! Que si empezamos por hacer unas pequeñas en lo alto a fin de cumplir con la idea: aterrazar con muretes de mimbre y castaño un terreno desnivelado a fin de poder poner tierra y plantar sin que el agua arrase con ambas cosas. Que si se nos ocurre que las siguientes terrazas sean un poco más altas y con formas sinuosas. A la tercera serie ya no son sólo más altas, también dejan huecos en el tejido abriendo así la posibilidad de que sirvan para que en su momento algunas plantas asomen y cuelgen por ellos.
Y ya se nos va la pinza y en las siguientes series aparecen espirales, contra-terrazas, formas en definitiva que no sólo juegan a servir para algo concreto sino que en conjunto ofrecen un entramado de líneas-vallas que varía su dibujo con sólo cambiar un poco la perspectiva. Pasamos calor trabajando, así que recurrimos a sandías o tintitos de verano ocasionales para sobrellevarlo. Alguno añoró esa amaquita bajo el árbol que tiene en su finca y con la que ponía los dientes largos a los demás pero entre risas y buena disposición la construcción se llevó muy bien. El hecho de no tener un proyecto cerrado, normalmente ayuda y este caso no fue una excepción. La libertad a la hora de construir, improvisar o reparar errores cometidos te sorprende tomando decisiones y soluciones que abren vías no previstas y que a su vez llevan a otras en un proceso que atisbas sin fin. Pero tienes que parar, es ley ¿de vida?, y paras...o más bien, haces que paras. Enhorabuena a Ikerne, Alain, Monse, Belén, Miguel, Isabel y Rubén por la construcción y por pasarlo tan bien juntos. Agradecimientos de nuevo a CEARCAL por facilitar y acoger estos experimentos.