Por ahí queda, entre Granátula de Calatrava y Puertollano, 'La posada de las estrellas'
, y su mención empuja misteriosa al cielo la carita de Reinalda. ¿Estará viendo allí las noches escondidas de Gabriel mozo arrimado a los cerros para robar unas mañas de esparto con que trabajar? ¡Ah!, aquellas mañanitas frescas a la sombra de la parra enseñándole a él -¡tan jovencillos los dos!- a trenzar pleita: -
¡Que es que, en su casa sólo le aprendieron a coserla!. Y después, cargar el burrillo y verle marchar a recorrer pueblos pregonando:
¡espuertas, capachos, 'aguaeras'!, para ganar cuatro perras -
¿Pa qué? ¡Pa ná!- y ahorrar alguna pasando la noche al raso, en 'La posada de las estrellas', que llaman.
El sábado pasado fuí a visitar a Gabriel y Reinalda a la residencia para ancianos de Almagro. Allí parece que los días pasan sólo a la espera del último. Hace dos años que tuvieron que dejar su pueblo y su esparto porque, como dice Gabriel:
Un rayo ha caído en mi casa. Un rayo de desgracia y vejez. En su patio aprendí a hacer pleitas, 'coseeras', espuertas y capachos de igual forma que a saltear unas migas y comerlas todos en corro de la sartén. Verano tras verano allí con ellos hasta que el rayo cayó como un cerrojo que pone fin a lo que no tenía ninguno.
La pleita posee una particularidad y es que podría estar trenzándose indefinidamente, porque sí, sin otro objetivo que el de ir haciéndose, sin necesidad de ser apresada en ningún cesto.
Algo parecido se diría que le ocurre a esa 'Posada de las estrellas' cuando uno ve la mirada que alzó en Reinalda su alusión: que siempre está abierta y entrelazando vidas. Ahí, el sueño de Gabriel camino de Puertollano se trenza en pleita con la fugaz fuga de Reinalda de la triste residencia; con estas vanas letras que intentan dar testimonio de ello; con lo que a ti, lector, te pueda estar haciendo revivir esto que nunca viviste.