Ayer eran los
juncos y hoy la vaguada. Buenos amigos. La escusa es que te vas a buscar unas varas al monte y así, de paso, aprovechas a visitarla, a la amiga, a esa amplia llanura de piedras y tomillos que allá, tras del pueblo, se abre paso irreverentemente hacia la sierra de Guadarrama. Te sientas a su vera; ella, explayada, no pregunta, no demanda nada de tí, se dedica simplemente a estar ahí, ajena, dejando que la brisilla la acaricie, el sol la dore o las lombrices y los ángeles de yermo la habiten. Su frío desinterés por el barullo de preocupaciones, pesares y demás ruidos que traes contigo es tierna caricia para el tuyo, para tu propio desinterés por todo eso. Y conversas de silencio a silencio. Y no hay nada que explicar, que comprender, que ganar o perder. Ahora, ningún problema hubo nunca.
Y te vas. ¿Las varas? Ah, eran sólo una escusa, ya lo dije. Tal vez por eso va uno de cestero, una escusa para tener escusas.
Qué bonito escribes Carliños
ResponderEliminarNada, sólo intenta uno escuchar. Gracias, Adri, por tu comentario.
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